Andes, Pampa y Patagonia

De andares y desandares

Diana Quirós

La Rioja, Argentina

Después del grito “Hasta siempre compañeras” con el que me despedí aquella mañana del 13 de octubre de 1981 en Devoto, luego de seis años y medio de cárcel, la primera sensación fue la soledad. Extrañaba el apoyo y el sostén de las compañeras con quienes había compartido durante tanto tiempo risas, cantos, llantos y resistencia. Dolía la ausencia de mi compañero que todavía estaba en la cárcel y con el cual recién pude encontrarme en marzo de 1983. Lamentablemente, al poco tiempo de su regreso, nos separamos y cada uno formó su propia familia. Transitar la libertad, no fue nada fácil. 

Atrás quedaba esa jovencita de diecisiete años llena de sueños e ideales, que siempre tenía motivos para reír, que cantaba y soñaba con el “Hombre Nuevo” y con la liberación de los pueblos. Había que afrontar esa realidad inhóspita, que ya en libertad nos tocaba vivir. Sin trabajo, con una situación muy difícil en lo económico y en soledad.

Comenzó el peregrinar por un empleo en una fábrica de calzado, después en un banco y finalmente en el Tribunal de Cuentas de la provincia de La Rioja, donde me desempeñé hasta el año pasado. Logré en ese ínterin alcanzar un sueño postergado: estudiar y recibirme de abogada. Digamos que en ese sentido fue una revancha que la vida me brindó para hacer valer los derechos que durante tantos años nos fueron negados a Nosotros.

La vida me fue compensando en alegrías, satisfacciones y logros. Me volví a enamorar y tengo dos hijos, quienes han sido y son mi apoyo incondicional en todo momento: a veces con largas ausencias cuando estudiaba, en el ejercicio de mi profesión o en las largas jornadas en los juicios de Lesa Humanidad.

Y con mis andares y desandares a cuesta me encontré con Argentina y otras compañeras y compañeros que sufrieron persecución, cárcel y exilio y fue esa vieja casona de canto y poesía que nos hermanó.

Sin duda mi vida fue un antes y un después de la cárcel. Esa experiencia -dolorosa por cierto- siempre me ayudó a no claudicar ante las adversidades, transformándolas en algo positivo y esperanzador.

Por todo lo vivido es importante y gratificante desde ese lugar como abogada-compañera estar presente en cada juicio de Lesa Humanidad, acompañando a las compañeras y compañeros e hilvanando juntos la historia, porque aunque la memoria duela nuestra obligación moral es traerla al presente porque con ella vuelven los que ya no están.

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