Por el mundo

De aquí y de allá

Adriana Spahr

Toronto, Canadá

“El que se va no vuelve”, sentenció mi mamá cuando le dije que me iría del país. Era una solución justa para frenar los continuos abusos a mi familia por parte de la fuerza de seguridad durante mi libertad vigilada y después. Con cuatro posibilidades, decidí que Canadá era el lugar que nos calmaría a todos. Prometí que regresaría a los tres años, una vez aprendidos los dos idiomas oficiales, y agradecí la oportunidad de empezar de cero, jaja, ¡qué ilusa! Uno se va con todo su bagaje emocional, el que no se deja colgado en un ropero. Me fui una tarde fría de otoño de 1983 y, al día siguiente, me recibió un Toronto primaveral, cálido y radiante. Todo era grande: el aeropuerto, las carreteras, los parques, los platos de comida y las flores.

Como a cualquier otro inmigrante argentino, con pocos conocidos o ninguno, la información sobre la situación canadiense llegaba a cuentagotas. A medida que nos relacionábamos con otras comunidades, desaparecía la idea de que Argentina era conocida. No sabíamos si llorar o reír cuando los más informados nos reconocían como la capital de Brasil, por Maradona y, posteriormente, por la canción “Don´t cry for me Argentina” interpretada por Madonna ¡Qué desengaño! Argentina no era el centro del mundo.

De a poco y como pudimos nos fuimos ubicando en un país donde la mayoría subsistía sin demasiadas penurias, en un sistema que ofrecía bienestar y movilidad social a mediados de los ’80. Con dedicación y trabajo duro logramos llevar adelante nuestras aspiraciones: criar a nuestros hijos, completar estudios universitarios, ser empresarios y tener algunos privilegios de la clase media. Por nuestra profesión, nos conectamos con personas de diferentes culturas en esta sociedad estructurada sobre la base de las similitudes. El importante apoyo emocional se conformó con otros argentinos exiliados que han funcionado como familia sustituta. Ellos y ellas nos dieron fortaleza y permitieron que nos mantuviéramos consecuentes con nuestras conductas solidarias, cuyo hito más importante lo constituyó nuestra participación política en los años ’70 en nuestro país. 

Cada uno, juntos y/o separados, participamos en campañas electorales, fuimos voluntarios en centros estudiantiles, sindicales, comunitarios, integramos diferentes grupos de solidaridad con El Salvador, Chile, Guatemala y Sudáfrica, entre otros. En 1975, un grupo de tres argentinos y no muchos más canadienses, se organizaron para pedir por Alberto José Munarriz, que estaba desaparecido desde el 11 de noviembre de 1974. A este grupo se fueron sumando los primeros exiliados en los ’70 dando lugar al The Group for the Defense of Civil Rights in Argentina (Grupo por la Defensa y los Derechos Civiles en Argentina, GDCRA). De allí surgieron diferentes comités, entre ellos No Candufor Argentina (1977), que intentó obstaculizar el envío de un reactor nuclear a Argentina y el Emergency Committee for Argentinean Political Prisoners and Refugees (1978). Diferentes sectores de la sociedad formaban parte de ellos: trabajadores en general, sindicalistas, profesionales, universitarios, políticos, miembros de iglesias y activistas antinucleares, entre otros. El fin era informar a la sociedad local y a sus gobernantes lo sucedido en Argentina durante la dictadura y, a través de ellos, presionar al gobierno militar desde el exterior.

Mural Matter-Materia (octubre 1981) del artista mexicano Daniel Manrique dedicado a las madres de los desaparecidos. Fue realizado a pedido del Grupo por la Defensa y los Derechos Civiles en Argentina de Toronto con el apoyo del sindicato United Auto Workers y otros sindicatos de Canadá. En la actualidad, el mural está en el aula magna de la Facultad de Derecho, en Buenos Aires.

Luego de la ansiada democracia, en 1983, se siguieron acompañando las acciones en Argentina en materia de Derechos Humanos (DDHH): trabajando con las Abuelas de Plaza de Mayo, declarando en los juicios de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) y repudiando la amnistía decretada por Menem. Al mismo tiempo, seguimos individualmente integrando diferentes grupos políticos, estudiantiles, sindicales y sociales. Entre nosotros, “la familia extendida”, nos juntábamos para paseos, asados, lecturas de poesía y comentar nuestras experiencias, logros y frustraciones. Vimos a algunos volverse (des exiliarse), pero la mayoría persistió aquí pendiente de lo que pasaba en Argentina y viendo cómo colaborar. 

En 2006, nos volvimos a reunir un gran número de argentinos, acompañados por otros grupos canadienses y latinoamericanos, por los treinta años del golpe militar. La prestigiosa Universidad de Toronto nos prestó sus instalaciones para preparar y llevar adelante este evento. Coordinamos actividades con otros grupos de argentinos de las ciudades de Montreal, Quebec y Vancouver. Se organizó una mesa de discusiones, ciclos de cine y obras de teatro que daban cuenta de las injusticias sufridas durante la dictadura. La pared de una de las salas estaba cubierta por “Poesía Diaria”, un mural movible de la artista Virginia Gioannoni hecho con los recordatorios de los compañeros desaparecidos publicados en Página/12; fue presentado por la traductora Joan Lindgren. Además, había un poster con los rostros de nuestros familiares desaparecidos. Ambos nos acompañaron los ocho días del evento, que concluyó con un concierto de música popular a cargo de artistas del lugar. Asistieron casi trescientas personas diariamente. En esta semana y durante la organización previa para ese 24 de marzo de 2006, dejamos de ser “el otro” y nos volvimos a sentir parte de algo mucho mayor. Nos unía el objetivo de mantener la memoria viva, transmitir los horrores y vislumbrar como posibilidad la exigencia de justicia a través del ejemplo de los organismos de DDHH en Argentina ¡NUNCA MÁS! al abuso de poder de unos pocos, autoritarios y criminales.

30° aniversario (2006) De izquierda a derecha: Alberto José Munarriz, Hugo Rogelio Vocouber Álvarez, Lidia Beatriz De Marinis, Alejandro Daniel Veiga, Rolando Elías Adem, Pedro Alberto Mendez, Oscar Miranda y Ángel Adolfo Mendez. Ellos son familiares de desaparecidos de residentes en Toronto. 

Más recientemente, con la violación de los DDHH durante el gobierno de Mauricio Macri, en agosto de 2017 un grupo de argentinos llevaron una carta al consulado argentino en Toronto pidiendo la aparición con vida de Santiago Maldonado. Meses antes, se había formado el Comité para la Liberación de Milagro SalaMilagro Amalia Ángela Sala. Dirigente política y social de la provincia de Jujuy. Lidera la organización barrial Túpac Amaru e integra la Central de Trabajadores Argentinos (CTA). Detenida desde año 2016, es acusada por el gobierno provincial de diversos delitos que aun no tienen sentencia firme. y los demás miembros de la organización Túpac Amaru, en Jujuy (2016). Con el auspicio y la financiación de este comité, un grupo de juristas canadienses fue a colaborar con los organismos encargados de velar por el estado de Milagro y de sus otros compañeros y compañeras detenidos.

Muchos cambios ocurrieron a nivel nacional, internacional y en lo personal, desde que los exiliados por cuestiones políticas llegamos a Toronto, antes de la vuelta a la democracia en el país. Para muchos que optamos por quedarnos en Canadá, nuestra familia extendida siguió formada por esos argentinos organizadores de las primeras campañas y los exiliados que nos fuimos agregando. Ellos son parte de nuestra vida diaria. Juntos aprendimos a absorber esta realidad diferente y sobrevivir exitosamente. No fue fácil, pero logramos nuestros objetivos y algún grado de reconocimiento en esta sociedad. Nos mantenemos vinculados con nuestras raíces y conservamos nuestro sentido solidario, fieles a los ideales de la juventud. Nos movemos en dos realidades paralelas y circulares: Canadá y Argentina.

No dejamos aún de comparar el allá con el acá. Y esto tiene un punto muy rescatable: nos ha permitido ver que no hay país perfecto en el planeta. El primer mundo está formado también de injusticias sociales, conveniente y efectivamente escondidas, más aún en esta etapa del capitalismo neoliberal a ultranza.

En lo personal, a más de tres décadas y media, no consigo dejar de sentir que soy “ese otro”, cuyas opiniones se desestiman porque el acento avisa que no es de aquí; un sentimiento que persiste cuando estoy en Argentina a pesar del caluroso recibimiento que siempre encuentro ¡Qué razón tuvo mi madre!, “el que se va, no vuelve”. O, como dice Facundo Cabral, no somos de aquí ni somos de allá. Pero sigo intentando.

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