Susana Richardet
Diamante, Entre Ríos, Argentina
Enero de 1982, Paraná, cárcel de mujeres, Unidad Penal N° 6. Hacía poco tiempo que habíamos llegado de DevotoCárcel en la ciudad Autónoma de Buenos Aires. Actualmente se denomina Complejo Penitenciario Federal de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires (Ex Unidad 2). con un bagaje emocional muy pesado. Estábamos adaptándonos a un trato más humano, más cordial, si cabe, y con las visitas más seguidas. Además, estábamos en nuestra tierra, Entre Ríos, disfrutábamos del sol y del aire en un patio a cielo abierto todo el día, sacándonos de a poco el “olor” de Devoto, los sonidos de rejas, candados y de los gritos de las bichasApodo con el que las presas políticas de Villa Devoto se refieren a las celadoras del Servicio Penitenciario Federal..
Escuchábamos música por la radio, redescubríamos a Mercedes, a Teresa y al rock nacional. Aprendíamos canciones y renovábamos otras. La música ocupaba un lugar importante, era una gran compañía. Un día, un bendito día, nos enteramos que León GiecoMúsico y cantante popular argentino. venía a visitarnos: a nosotras, a las presas políticas, aún en dictadura. A partir de allí todo fue conmoción, alboroto, desbordes de emociones, de alegría, de conjeturas, preparativos, qué hacer, qué decir.
León Gieco venía a vernos y todo lo demás -Devoto (el monstruo grande que pisa fuerte), las ausencias y los malos tratos- quedó guardado por momentos en un “rinconcito clavado en la memoria” porque ese día sería de fiesta, de enorme calor humano, tan pero tan necesario. León venía a vernos, León que no figuraba en nuestras listas de visitas. Un chispazo de esperanza se prendió fuerte, fuerte.
León y su sonrisa amplia, oxígeno vital, necesario en esos tiempos para nosotras. Él y su guitarra, su armónica, sus canciones, sus bolsitas de caramelos en alto y toda su energía, su empatía, enorme apapachitoPalmada cariñosa, abrazo. al alma. Fue un “Hola yo estoy, yo las veo, no están solas”. Fue un abrazo a nuestra humanidad, un tanto herida y maltratada.
Recuerdo estar sentada frente a él, con el corazón al galope y el cuerpo rígido, no saber qué hacer con las manos, querer cantar a los gritos y que solo saliera una voz bajita, temerosa…¡cómo nos pesaban las rejas! Y llegó “Solo le pido a Dios” y nos animamos a desplegar las alas, a levantar vuelo, a romper muros, candados y rejas, a darle fuerzas a nuestros sueños de Libertad. León con su presencia nos abrió una enorme ventana para escapar por momentos, para respirar aire fresco del afuera. Era ese “otro” que nos reconocía, que nos miraba y nos “veía”, era ese abrazo reparador tan necesario, era el empujoncito para reforzar nuestras ansias de “ser libres como el viento” como dice él en el tema La Memoria.
Treinta años después, León llegaba a Paraná para participar -en el Mes de la Memoria- del Festival de Música para la Conciencia, un programa del Ministerio de Cultura que venía recorriendo distintas localidades del país. Dos jóvenes que vivían en la ciudad, Aníbal Cattaneo y Mariano KohanAutores del documental Solo le pido a Dios, a partir de la presentación del cantante León Gieco en un festival de DDHH., en conocimiento de la visita a la cárcel de décadas atrás promovieron la producción de un documental sobre aquel momento y -en cierto sentido- un homenaje de nosotras a León.
La parte nuestra: grabamos entrevistas junto al río, fuimos y vinimos por las experiencias de esos años y pasamos un día impresionante en el que narramos gran parte de nuestra vida en cautiverio. Fuimos unas diez las que pudimos asistir. Organizamos un coro que la maga de Graciela López dirigió logrando hacernos cantar a más de una Solo le pido a Dios. La filmación y la venida de León provocaron encuentros con risas, empanadas y el acorde de una música que siempre nos une en una mirada.
Nos encontramos con León. Ese marzo fuimos juntos a la Unidad Penal N° 6 y revivimos la escena de su llegada con la bolsa de caramelos y las canciones. Estuvimos en los espacios que eran otros espacios, nuestras propias escenas. Allí nos sacudieron el alma, las almas. Y por último, el festejo de la noche, la fiesta de León con su canto en una plaza repleta, con sus canciones que narran historias, denuncian injusticias y nosotras con él en el escenario cantando, poniéndole música a una noche inolvidable.
Treinta años habían pasado de aquel día que León, con su inmensa “luz”, nos prendiera velitas para nuestro vuelo, nos sacara miedos, desconfianzas y nos enseñara que después de la oscuridad de la cárcel se puede empezar a soñar nuevamente y a construir un mundo mejor.
Solo le pido 2 se llama este documental producido por Mariano Kohan y dirigido por Aníbal Cattaneo. Se transmitió por el canal local.
Etiquetas: ARTE, DERECHOS HUMANOS