Entre sierras valles y ríos

Derechos Humanos y Biodanza

Elida Josefa Eichenberger

Córdoba, Córdoba, Argentina

Los Derechos Humanos son inherentes a todas las personas sin distinción de raza, sexo, nacionalidad, origen étnico, lengua, religión o cualquier otra condición. Estos derechos corresponden a todas las personas sin discriminación alguna.

Entre los Derechos Humanos (DDHH) se incluyen el derecho a la vida y a la libertad, a no estar sometido ni a esclavitud ni a torturas, a la libertad de opinión y de expresión y a la educación y al trabajo, entre otros. 

Pero de lo que no nos tenemos que olvidar es que detrás de todo derecho hay una carencia o una necesidad no resuelta.

Cuando se formó la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y se declararon los Derechos Humanos -en 1945 y 1948, respectivamente- salíamos de un estado deplorable donde fueron avasallados los derechos por el nazismo, el fascismo y el franquismo. Y todo esto desembocó en la Segunda Guerra Mundial.

En mi país, Argentina, sufrimos durante muchos años un terrorismo de Estado en donde los Derechos Humanos fueron brutalmente arrasados. Solo una cifra, la de 30.000 desaparecidos, da una idea de la dimensión del horror.

En esa etapa histórica fui presa política y lo viví en carne propia, sintiendo la forma en que esa agresión atentó contra mi persona. Mi encuentro con la Biodanza contribuyó grandemente con el rescate de mi identidad.

Mi tesina final de la carrera de facilitadora versa sobre el proceso desde:

-el cuerpo torturado al cuerpo como fuente de placer

-una cultura de muerte a la recuperación del Eros

-la vida fantasmagórica de la desaparición a la corporalidad afectiva

– la pérdida de la identidad al desenvolvimiento de ésta través de la danza

Así como yo y otros sobrevivientes buscamos una salida a ese vacío y extrañeza que se siente después de haber sido protagonista, la sociedad buscó organizarse para recuperarse y surgieron los organismos de Derechos Humanos (DDHH), siendo sus consignas Memoria, Verdad y Justicia. Y Nunca más.

De este modo, en plena época donde la gente no quiso enterarse de lo que pasaba, surgieron las Madres de Plaza de Mayo -mujeres que buscaban a sus hijos e hijas- y comenzaron a reunirse en la plaza situada frente a la Casa Rosada llevando un pañuelo blanco en sus cabezas, simbolizando los pañales. Al grito de «¡Circulen…Circulen…!» de los guardias, ellas comenzaron a girar alrededor de la plaza, iniciando las rondas de los jueves, que todavía se realizan.

Luego llegaron las Abuelas, que buscan a los quinientos nietos y nietas que nacieron en cautiverio y fueron apropiados. También HIJOS (Hijos e Hijas por la Identidad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio). Y las asociaciones de ex Presos Políticos.

De igual modo se conformó Familiares de Detenidos y Desaparecidos por Razones Políticas, siendo en Córdoba muy numeroso y con intensa actividad.

Cuando los presos y familiares cobraron las indemnizaciones que correspondían de acuerdo con las leyes de reparación, aportaron un porcentaje para comprar una casa. Fue destinada como lugar de reunión de la Mesa de Trabajo por los Derechos Humanos, formada por los representantes de organizaciones de la provincia de Córdoba que tenían el Nunca Más como consigna y que cuidaban que se respetara estos derechos universales e inalienables. Es también sede de la biblioteca especializada en DDHH, de talleres y cine. 

Desde siempre con Ana Molina y Alicia Schiavoni, todas militantes de Derechos Humanos y «biodanceras», sentimos que en ese espacio había mucho dolor no procesado y que era conveniente abrir un grupo de Biodanza. Pero los vientos no eran favorables, pues de parte de los asistentes a la casa no había mucho interés ya que creían que la búsqueda de Memoria, Verdad y Justicia debía concentrar todo el interés y no diversificarse con otras actividades. 

Por otro lado en el movimiento Biodanza había algunas dificultades para abordar algunos temas. Por ejemplo, de política no se hablaba para evitar disociaciones, salvo cuestiones muy generales. Si, recordando que Rolando iniciaba sus maratones con un «No a la guerra».

Pero la historia pasó y fluyó y lentamente la casa de Familiares se fue abriendo a la comunidad, más allá de las víctimas del terrorismo de Estado. Primero, la biblioteca y luego, una serie de talleres. 

Al mismo tiempo, tanto esfuerzo militante daba sus frutos: la condena a prisión perpetua de cumplimiento efectivo del dictador Jorge Rafael Videla y Luciano Benjamín Menéndez fue el resultado de tanto trabajo de Madres, Abuelas, Hijos, Familiares y Ex presos políticos.

Finalmente, en 2017 nosotras lanzamos la convocatoria: Biodanza en la Casa de Familiares

Y allí llegaron personas que nunca habían hecho Biodanza, amigos, gente que se encontraba en las marchas del 24 de marzo (esa marcha es por el Nunca Más y por Memoria, Verdad y Justicia). Y también llegaron facilitadores y facilitadoras de Biodanza.

Y empezó a andar este grupo tan particular, tan específico y, al mismo tiempo, abierto para todo público.

Un grupo identificado con los Derechos Humanos y que puso la vida en el centro. Un grupo que cambió el horror por ternura, funcionando en forma cooperativa por distintos facilitadores: Mónica Masó, Marcela Verde, Laura Ortiz, Juan Carlos Rogna, Graciela Gloria Gómez y yo.

El grupo se reúne un sábado al mes con una clase temática (en este momento está interrumpido por la pandemia) y es solventado por todos. Los facilitadores brindan sus servicios gratuitamente, las clases son a la gorra y lo que en ella entra se destina al mejoramiento del salón o al mantenimiento de la casa. Las clases son de Biodanza sistema Rolando Toro, sin agregar ni quitar ningún mérito de los que el sistema tiene. No son clases de barricada sino de amor a la vida, de encuentro afectivo, de salud y trascendencia.

El trabajo de remover memorias está dando sus frutos, la justicia da sus veredictos para que tanta maldad no quede impune y renazcan los sueños que perdimos. Solo por eso, y nada menos que por eso, hacemos Biodanza en la casa de Familiares.

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