Entre sierras valles y ríos

Diplomas de la vida

María Cristina Mola

Córdoba, Córdoba, Argentina

En general los diplomas y las distinciones cierran procesos, dando cuenta de las vivencias. En ese sentido, de clivajes, está planteado el presente texto. 

Cuando tenía doce años logré la primera distinción. Había terminado la escuela primaria y deseaba seguir estudiando en el secundario pero mi padre, que siempre quiso tener un hijo varón, no quería que su única hija estudiara. Y sentenció: “La mujer está para otra cosa”. Por eso, en una mañana calurosa de febrero, crucé las calles del pueblo para llegar a la casa de la directora de la escuela primaria, a quien todos conocían como la señorita Lita. Hice sonar el  timbre y esperé en el largo pasillo fresco por la sombra de la parra. La puerta de la casa se abrió y ella me escuchó atentamente. Luego, posó su mano en mi cabeza y dijo dulcemente: “A vos no te da la cabeza, mejor estudiá corte y confección, aprendé a cocinar, buscá un buen muchacho, casáte, tené hijos y sé feliz” (Pude, ya fuera de la cárcel y egresada en Ciencias de la Educación, decirle que hice mi camino desobedeciéndola! Pudimos hablar y debatir los mandatos de la escuela ¡Cosa juzgada!). En el camino de regreso, desilusionada, me puse a pensar: “¿Se casan porque no les da la cabeza?”. Pero también me preguntaba qué hacer. Y encontré un atajo, el director de la escuela secundaria me apoyó: “Si te gusta estudiar, hablaré con tu papá”.

Mi familia se decía del Partido Conservador pero el tío Domingo fue peronista. L@s mayores decían que lo dominaba su mujer. En su casa escuché hablar de Evita, no como prostituta, tampoco como santa, sino como la Abanderada de los Humildes. Pregunté a mi padre: “¿Qué son los humildes?” Y él me contestó: “Esos negros de mierda vagos a quien perón -con minúsculas claro- les dio alas”.

Cuando septiembre del ’67 florecía, las radios transmitían el cerco al Che. “¿Quién era el CheChe Guevara (1928-1967). Médico, escritor y periodista argentino. Uno de los líderes de la revolución cubana. Fue asesinado en La Higuera, Bolivia.?, ¿por qué lo querían matar?”. Sentía un vago resquemor, una especie de angustia porque los mandamientos, que repetía cada noche, decían “no matarás”. Supe luego que la Agencia Central de Inteligencia (CIAAgencia Central de Inteligencia de Estados Unidos. Participó en la planificación, dirección y ejecución de golpes de Estado y de asesinatos de dirigentes políticos.) es inmune a los rezos. El CordobazoInsurrección obrero estudiantil en oposicion a la dictadura de Onganía, ocurrida entre el 29 y 30 de mayo de 1969 en la provincia de Córdoba., el Luche y vuelveConsigna bajo la cual, desde 1972, se llevó adelante la campaña por el regreso del general Juan Domingo Perón al país tras su exilio y proscripción en 1955. , la Universidad, Allende y entonces Evita, Mahatma Ghandi, Luther King y el Che fueron presencias. Con el fin de los estudios medios, se cerró la segunda distinción. Y la calle me juntó con otros cualquiera como yo, la Universidad nos convocó ¡Éramos tan jóvenes! Militancia, utopías, persecución y después…

El tercer diploma está manchado por la sangre, la tortura, el despotismo y las pérdidas. En seis años, cuatro meses y dieciochos días de cárcel, además de represiones diversas hubo nuevos aprendizajes y afectos con compañeras de todas las provincias, de pequeños pueblos, del mar y la montaña.

La libertad, vigilada y limitada, me permitió recoger mis certificaciones resguardadas de todo fuego. Con la libreta universitaria en la que se registraban las materias rendidas hasta diciembre del ’75 fui a la Universidad Nacional de Río Cuarto (UNRC). Recibí maltrato y pésima atención con la afirmación de que no podía rendir las siete materias que me restaban para recibirme. Pedí entonces hablar con el decano. Ese día, de todas las ventanas salían caras con enojoso asombro. Me hicieron pasar después de una hora y media de tensa espera. El señor de traje marrón y corbata verde descerrajó estupefacto: “¿Usted es Cristina Mola?”.  Me saludó con un beso ante la mirada atónita de los rostros que espiaban la escena: “¿Quiere tomar algo?”, preguntó. Entonces, dijo: “Yo no tuve nada que ver con su detención”. Le contesté que eso era cierto pero que estaba en él la decisión para que yo pudiera terminar mi carrera. Todos los días, aproximadamente a las 9 de la mañana, nos cruzábamos este señor y yo en el ascensor de un edificio: él camino a su oficina, yo a un espacio de trabajo que me había dado un amigo. Las frases de rigor que intercambiábamos, trazaron otras coordenadas entre el decano y la “subversiva”. Te descubrí, profesor Miguel Boitter (con él aprendí la práctica y la entrega docente. Hoy más que nunca recuerdo una anécdota. Como su ayudante alumna analizábamos en una clase la Guerra de Las Malvinas cuando una alumna dijo: “¿Cómo no creer que ganábamos, si hasta la televisión decía que ganábamos?”).

Volví como se vuelve a una tierra arrasada. Sin embargo ningún incendio es total y entre las cenizas, ya egresada como profesora en Ciencias de la Educación, me dije: “Aún tengo la vida y debo ponerla al servicio de quienes más necesitan”. Este es el cuarto diploma.

El quinto diploma es el cruce con otras vidas, otras historias tan diferentes pero con el mismo pliegue: niñ@s, jóvenes, docentes, mujeres y hombres en la ruralidad minifundista, desvalorizad@s y abandonad@s en los márgenes de la vida misma. La educación como un atajo para construir otro presente. Mi formación pedagógica se nutrió de otros saberes sobre el ambiente, las siembras y cosechas. Recuerdo una anécdota con ingenieros del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en una reunión con productores. Dijo uno de ellos: “Podemos contribuir con semillas, ahora tenemos la colección primavera-verano”. ¡Yo, la única colección que conocía era la de ropa!

En 1987, me recibió un recientemente inaugurado Instituto de Formación Docente en Mayor Villafañe, un pueblo de la provincia de Formosa, escuchábamos a los habitantes reunidos en el primer diagnóstico comunitario: “La escuela no enseña a valorar el trabajo del campo, enseña para que los chicos se vayan al pueblo o a las ciudades. Los docentes nos exigen pero nosotros apenas sabemos leer y escribir. La escuela no enseña cosas que sirvan para trabajar en la chacra y para mejorar nuestra condición económica”.

Es@s niñ@s en el Día de la Raza escuchaban atónit@s que le debíamos agradecimiento a España, ¡ell@s que fueron masacrados una y cientos de veces! Este acercamiento a l@s campesin@s me hizo comprender cómo influyen las representaciones que l@s docentes tienen de l@s alumn@s en la determinación de su éxito o fracaso escolar. Había que deconstruir el sentido común en l@s docentes de la escuela sarmientina, hegemónica. Se hacía necesario mostrar otra versión de la historia argentina, superar una concepción del mundo donde lo rural era visto como primitivo, analfabeto y escasamente transformable.

Había que repensar los contenidos y estrategias de la formación de docentes para que pudieran comprender al sujeto de aprendizaje en su contexto y revisar desde qué concepciones pedagógicas, históricas y políticas enseñar y aprender. Así fue como iniciamos un fecundo proceso de trabajo con docentes de las escuelas rurales con grados fusionados o múltiples. Nos enfocamos en los contenidos, que no podían ser los mismos de las escuelas urbanas. Dibujamos una utopía: una escuela donde -a la par de la educación sistemática y formal para niñ@s y jóvenes-  l@s adult@s tuvieran también su espacio de aprendizaje. De la mano del Ministerio de la Producción de la provincia y del INTA El Colorado propiciamos y participamos de capacitaciones en producción agropecuaria y comercialización de sus productos. 

Cuando el 2001 sembró desierto en nuestro país, tant@s niñ@s y jóvenes quedaron a la deriva en ese pueblo pequeño sin posibilidad de irse de allí. Con nada más que utopías pero con el compromiso de l@s docentes -jóvenes salidos de la escuela técnica- creamos el primer espacio de capacitación comunitaria en oficios para l@s jóvenes urban@s y rurales. Luis dictaba el curso de soldadura y Daniel reparación de electrodomésticos. Los recuerdo enseñando sin saber enseñar, solo tenían conocimientos de su oficio. Por entonces, sentamos las bases del futuro Centro de Formación Profesional que llegó de la mano de Néstor cuando potenció la educación técnica. El Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET) nos ayudó a darle entidad y accedimos a herramientas hasta entonces impensables: tractor, arados, sembradora y más. Las pusimos al servicio de los productores minifundistas y de la comunidad toda. 

Fueron años de trabajo incansable. Formamos maestr@s para nivel primario, técnic@s agropecuari@s, profesor@s en Tecnología y Matemáticas. Nos sumamos apasionadamente al diseño e implementación de los Ciclos Básicos Rurales (La Ley Federal de Educación había determinado que el 7º, 8º y 9º año se debían cumplir en escuelas medias, exigencia que no facilitaba el acceso a l@s jóvenes rurales. Entonces, la provincia organizó el ciclo medio rural en algunas escuelas núcleo para facilitar la asistencia de l@s alumn@s de las cercanías.) y fuimos elegidos por el Instituto Nacional de Formación Docente (INFOD) para dictar un postítulo para docentes de nivel primario en ruralidad. Así, lo rural con su particularidad y diversidad fue incluido en los diseños curriculares de la formación docente en una provincia con preponderancia rural. 

¡Cada diciembre la institución se vestía de fiesta! Mientras preparábamos el acto académico para homenajear a quienes egresaban, nuestros hij@s, tantas veces descuidad@s por las infinitas actividades, correteban, andaban entre tijeras, cintas, se entretenían cantando Carpincho y Jaguinó y La Pepa con Mario Bofil, un correntino dedicado al chamamé y la música litoraleña que nos visitaba a menudo.

Al final de la jornada, cuando las luces iluminaban los rostros y ultimábamos detalles para el acto, recordábamos a es@s jóvenes cuando años atrás llegaban con sus dudas y temores. Sus padres y madres por entonces nos decían: “A mi hij@ no le da la cabeza para estudiar”. Pero ese día llegaban en bicicletas, sulkis, carros o carretas a recibir el título de sus hij@s con profunda emoción. Agradecid@s “porque la institución le tuvo fe a mi hijo, le abrió sus puertas”, nos contaban casi en secreto historias pasadas en las Ligas Agrarias, que perduraban en su memoria como marca de agua. 

Nosotr@s sabíamos que no se trataba de algo individual, ni de una varita mágica. Estábamos convencid@s de que la educación pública debe y puede ser una oportunidad para las poblaciones que han sido históricamente vulneradas por políticas neoliberales. Teníamos la certeza de que no hay historias predeterminadas sino construcciones colectivas. 

La educación pública me dio la oportunidad de estudiar y ejercer en una tierra por entonces lejana para mí y construir con otr@s enseñanza y aprendizaje con enfoque crítico. Como docente milité para que campesin@s pobres y desvalorizad@s ejercieran sus derechos de acceso, permanencia y egreso de las instituciones educativas y conquistaran allí un espacio para su presente y su futuro. 

   

                    

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