María Beatriz Castillo
Córdoba, Córdoba, Argentina
Soy María Beatriz Castillo. El 5 de setiembre de 1977 me secuestraron en mi casa, en Villa Carlos Paz, Córdoba, junto con mi hijo, Carlos Alberto Corsaletti, mi sobrino, Rubén Aldo Tissera, y un compañero, Fernando Félix Agüero, que aún permanece desaparecido. Nos llevaron a la cárcel en Córdoba y, finalmente, nos trasladaron a Devoto en octubre de 1978.
¿Cómo comentar tantos hechos? es difícil sintetizar, por eso les contaré sobre uno de mis trabajos en Derechos Humanos.
El 20 de junio de 1979 me dieron la libertad vigilada y pude volver a mi casa. Pasados varios años fui a visitar a los compañeros del barrio Colinas. Allí me encontré con un chico de catorce años que me dijo que no iba más a la escuela.
—¡No! Y ¿qué vas a hacer?
—Bueno̶, no me gusta, me aburro
—Y a vos ¿qué te gusta?
—Carpintería, electricidad, reparación de automóviles
—¡Ah, ya sé!
—¿Qué?
—Nada, sólo quería saber
Cuando salí de ahí me quedó clara una idea: tengo que estudiar “educadora en prevención y trabajo social”. Así fue como con casi setenta años, sin más, me inscribí en un instituto y comencé a cursar: Antropología, Sociología de la Educación, Ética Profesional, Psicología Evolutiva, Nutrición, Investigación Social, etcétera.
Buscando contar con más y más herramientas para hacer el trabajo que venía pensando en concretar. Así surgieron los talleres. Algunos me dijeron:
–Y eso ¿lo vas a poner en práctica?
–¡Por supuesto!
–Y¿dónde lo vas a hacer?
–En mi casa
Y así, después de dos años intensos de prepararme, cada rincón de la casa se convirtió en aula de peluquería, aula de carpintería, aula de poesía y literatura, de canto, de guitarra clásica y criolla y de inglés.
La idea era contener a los chicos que estaban desertando del colegio pero que tenían la inquietud de aprender alguna de estas actividades. Era de lunes a viernes durante una hora que con el tiempo pasaron a ser dos o tres, porque siempre había mucho para hablar. Terminó siendo un espacio cultural del barrio, un lugar de encuentro. Con el tiempo nos encontramos amasando pan y haciendo facturas para el festejo del Día del Niño. No nos faltó el asesoramiento legal de un compañero abogado, Amalio Rey, así como también el apoyo de psicólogas: Alba Piaggio, Nora Ordoñez, Silvia Ritz y Adriana Isiar, dispuestas a acompañar todo el proceso.
Se sumó a los talleres mucha gente mayor que estaba pasando por un momento de depresión y el espacio los integró. Fue una importante herramienta que en algunos casos les dio salida laboral y en otros los impulsó para estudiar formalmente literatura, poesía o guitarra. Hoy tenemos a un concertista muy reconocido que salió de los talleres. O simplemente fue una razón para sentirse vivo y capaz. La crisis de 2001 nos truncó la continuidad, no se pudo sostener. Fue una hermosa experiencia que todavía muchos recuerdan.
Los talleres se llamaron El pocito, porque recordamos a Fernando Félix Agüero, el compañero desaparecido que nos decía: «Compañera, señora, vieja: en cada paso que damos, cada discusión que sostenemos, cada acción que realizamos, debemos dejar una marca, debemos dejar ‘un pocito”.
Antes de los talleres trabajé con una compañera en la Comisión de Derechos Humanos (DDHH) del Norte cordobés, en el Quicho, paraje cercano a las Salinas y Sierra de los Quinteros. Logramos que reintegraran a su verdadero dueño tierras que habían sido expropiadas. Nos involucramos con un tema tan sentido como es el abuso de la mujer que sirvió para que tomaran conciencia de sus derechos. Además, participé de un congreso de culturas andinas.
Habiendo ganado las elecciones en la Coopi (Cooperativa de servicios públicos en Carlos Paz) fui consejera y viajé a Salta a un encuentro de cooperativismo. Como miembro de la Comisión de Familiares de Presos y Desaparecidos recuperamos un espacio en el cementerio de San Vicente. Se habilitó en mi ciudad la plaza de la Memoria, después de varias discusiones por el espacio. Participé en las marchas de Calilegua, en Jujuy, por los muertos del Ingenio Ledesma. En 2007 fui electa convencional constituyente formando parte de quienes crearon la Carta Orgánica Municipal en Carlos Paz. Con Santiago D’ambraPadre de dos jóvenes desaparecidos en la última dictadura cívico militar, Carlos y Alicia. Integrante de Familiales de Desaparecidos y Presos Políticos de Córdoba. Falleció en el año 2007. plantamos el árbol de la vida frente al patio Olmos. Hoy, se tiran allí las cenizas de algunos compañeros. Todo esto entre muchas otras actividades.
Etiquetas: ACTIVIDAD COMUNITARIA, DERECHOS HUMANOS