Alicia Varillas
San Carlos, Córdoba, Argentina
Cuando salí en libertad, gracias a un amigo insistente, me volví a inscribir en la Facultad y terminé mis estudios. Después de adaptarme a las “nuevas realidades” que había que asumir.
Pronto sentí la necesidad de desarrollar una actividad social o política. Fui voluntaria del Hospital de Niños, colaboré en el gremio docente y participé de un partido político -Partido Intransigente (PIDesprendimiento de la Unión Cívica Radical conducido por Oscar Alende (1945-1996). Fundado a principios de 1970. Tuvo protagonismo como propuesta popular y antidictatorial.)- que me dio muchas satisfacciones y una multitud de amigos. Pero donde más que proclamar, aprendí fue dando clases en escuelas urbano-marginales, que ya no sé si llamarlas así, pero en ellas “me encontré” y aproveché lo que mi hermana llama “tribuna gratis”.
No siempre lo sabemos todo. Uno habla de la pobreza muchas veces creyendo conocerla. Pude interactuar con ella, pero no fue sino siendo encuestadora de las becas nacionales que me enfrenté duramente con la realidad. De todas las encuestas había que hacer visitas a un pequeño número de las viviendas encuestadas para constatar la veracidad de las mismas.
Al frente del aula, los profes decían a sus alumnos: preparen un tema, estudien del libro o fotocopia, traigan materiales, lean el apunte, etcétera.
Cuando iba transitando por las callecitas, de vivienda a vivienda, y vi pequeñas habitaciones o solo una donde hacinadas convivían entre cinco y diez personas, con niños que lloraban, padres ausentes -porque estaban en la calle de vendedores ambulantes-, ruidos, falta de ventilación, habitaciones separadas por cortinas, el frío y el calor, empezaron a pesarme los pies.
Me di cuenta de los desmayos de los estudiantes en los recreos y vi las dificultades para estudiar, leer o encontrar el material para trabajar en clase. Aprendí la dimensión de la palabra pobreza. Aprendí tantas cosas de ellos y descubrí que solo a partir de sus realidades podés ir avanzando en los conocimientos, con mucha humildad, porque ellos saben y en muchas cosas son sabios. Desde ese día, los chicos estudiaban y hacían sus cosas para incorporar conocimientos básicos y de utilidad para ellos, al menos, dentro del aula.
Tengo en mi haber tantas cosas aprendidas a lo largo de veintiocho años y fui, a pesar de muchas dificultades, muy feliz con lo que hice de mi vida. Nos volveremos a encontrar en nuestras experiencias, seguro que todas dieron en estos años lo mejor de sí. No me cabe la menor duda. Solo espero haber sido leal a mis valores. Hasta la próxima.
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