Entre sierras valles y ríos

Expresión teatral en la escuela

Elida Josefa Eichenberger

Córdoba, Córdoba, Argentina

Hacia finales de 1982 todo se preparaba para las futuras elecciones tras el fracaso de los militares en Malvinas. El estado desesperante de los soldados que volvían del horror dieron por tierra definitivamente al gobierno de facto.

En ese entonces vivía en Alta Gracia, Córdoba, y daba clases en Cosme Sud, un paraje a 20 kilómetros de Despeñaderos, en una escuela de personal único. Llegaba a dedo o trasladada por algún vecino que iba al banco a Despeñaderos.

Cada fin de semana regresaba a Alta Gracia y asistía a una escuela de Formación de Maestros de Teatro. Había actuado mucho, pero nunca había hecho una carrera cuyo título me habilitara. En 1981 había asistido al seminario Jolie Libois (en la ciudad de Córdoba). Pero cuando salió el trabajo en Cosme Sud no pude seguir ya que las clases eran diarias. Entonces cursé en esa escuela de formación de maestros.

A fines de 1982 terminé la carrera de Maestra de Teatro. Al año siguiente, con gente que había egresado de esa escuela y artistas de la ciudad armamos El Arte a la Calle. En principio fuimos un grupo de actores que tomamos la plaza, las calles y las canchitas de fútbol para hacer teatro. Antes de ser detenida en Santa Fe yo asistía a la Escuela de Cine Documental de la Universidad del Litoral. Al tener que cumplir la libertad vigilada en Alta Gracia se interrumpió mi práctica en el cine. En Santa Fe había hecho teatro y seguí haciéndolo en Alta Gracia. Volví a hacer cine a partir de 2008, cuando fui coguionista y productora de Fotos de Familia-La Historia de los Pujadas. Fue estrenada en 2011, con el apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA).

Había que despertar nuevamente el gusto por la cultura. Los gobiernos de facto se caracterizaban por decir: “Cuando escucho la palabra cultura, llevo la mano al revólver”. El Arte a la Calle salía a hacerle frente a esos dichos. Se unieron a este movimiento algunos artistas plásticos y músicos que, a su vez, formaron cooperativas.

La tarea en esos momentos era recuperar y reinventar la cultura, la educación y las relaciones humanas. El Arte a la Calle significó trabajar e incorporar la alegría de estar juntos y libres produciendo hechos culturales. Recuerdo un día que hicimos un espectáculo en una canchita de fútbol y al final los actores se prendieron en un picadito con la gente del barrio.

Este movimiento fue tan contagioso que llegado el gobierno democrático la municipalidad nos proporcionó un vehículo rastrojero para llegar a los distintos lugares e, incluso, nos pagaron un cachet muy pequeño por cada función. Pero vivía de mi cargo de maestra. 

En 1983 me nombraron en la escuela Mariano Moreno de San Isidro, muy cerca de La Quintana donde se alojaba parte del Tercer Cuerpo de Ejército. Mis alumnos eran, en su gran mayoría, hijos de suboficiales. Imagínense mi cara cada vez que me tocaban la puerta del aula y veía a un señor con uniforme militar que venía a preguntarme como andaba su hijo. A pesar de eso fui muy feliz en esa escuela, estaba nombrada y eso me daba más seguridad y estabilidad.

Con el nombramiento de maestra, el titulo de maestra de teatro y la entrada en la democracia sentí que había llegado el tiempo de poner en marcha la educación integral para lo cual era absolutamente imprescindible incorporar el cuerpo, pero no el cuerpo de la Educación Física -que en ese momento se consideraba según su rendimiento en los deportes- sino el cuerpo emocionado. Qué mejor que la expresión teatral para enseñar a lidiar con la emoción. Un espacio donde aprender a ser otro sin dejar de ser yo.

En ese momento llegó a la inspección de la zona 5310, cuya sede estaba en Alta Gracia, la señorita Lucía, que a pesar de ser inspectora de zona le gustaba que la llamaran así. Le comenté que tenía un proyecto para incorporar la expresión teatral en las escuelas. Le encantó la idea, la revisamos y se la presentamos al intendente y, así, siguió viaje hacia el ministerio de Educación de la provincia.

Y empezó el eterno camino de los expedientes. Ir para una oficina, volver, pedir otro informe. Supe después que en varias ocasiones ese expediente se cajoneaba debido a que era ex presa política. Hasta que un día vi en el diario: “Se autorizan clases experimentales de Expresión Teatral en las escuelas San Martin y Enrique Larreta de Alta Gracia” (diario la voz del Interior de diciembre del ’85). Salí corriendo hasta la Inspección de Zona y allí la señorita Lucía y las secretarias estaban festejando la aparición de la resolución ministerial Nº 608/85.

A partir del primer día de actividad del año 1986 comenzó la experiencia que consistía en:

 -una hora por grado de Expresión Teatral experimental y curricular de 1º a 7º, en la escuela San Martin (centro de Alta Gracia) y una hora de Expresión Teatral en el jardín Merceditas de San Martin

-una hora de Expresión Teatral experimental y curricular en la escuela Enrique Larreta (periferia de Alta Gracia), de 1º a 7º grado e incluyendo a la sala de jardín de infantes

-curso de Expresión Teatral para docentes, anual y con un alto puntaje. Se organizó un curso de capacitación para los docentes para que pudieran ser multiplicadores en los grados a su cargo además de disfrutar del teatro como una actividad liberadora.

Este curso se extendió y se instrumentaron tres niveles. En cada año se formaba un elenco que adquiría distintos nombres: Arcoíris, Los Duendes de la Fantasía, por ejemplo. Al llegar agosto, las docentes que asistían a la capacitación tenían que montar un espectáculo. Con dicha obra llegábamos a escuelitas perdidas en las sierras.  Tuvimos la suerte que cuando fuimos a la escuela de Ojo de Agua llegó al acto una delegación de la Dirección de Escuelas Primarias con la subdirectora. Ella pensó que éramos un grupo contratado. Cuando le comunicamos que éramos maestras y que esto era parte de un proyecto se alegró mucho y a partir de allí se facilitaron muchas cosas. Por ejemplo, declararnos en comisión cuando girábamos por las escuelas con un espectáculo, por supuesto que a estos eventos eran invitadas las familias y toda la comunidad. Todo se transformaba: los patios o los salones se llenaban de color y las seños perdían sus guardapolvos blancos para tener alas, bigotes o viseras. En ese tiempo me sentía tan motivada que discurseaba continuamente que para llevar adelante la reforma educativa era necesario un cambio de mentalidad de los maestros.

A partir del tercer año los espectáculos que preparábamos decidimos ofrecerlos en un lugar que tuviera la magia del teatro. En Alta Gracia existía un cine-teatro que estaba abandonado, era un lugar maravilloso con un gran escenario y lugar para mil espectadores. Lo recuperamos y allí se montaron muchas de las obras que hicimos en el transcurso de los cinco años que duró la experiencia.

En octubre ya nos preparábamos para el final de año y para cerrar llevábamos a cabo La Semana del Teatro en la escuela, que consistía en lo siguiente:

-una apertura o fanfarria por las calles de Alta Gracia, con la vieja banda municipal -que ya no existía pero entusiasmamos a los viejos músicos- para que fueran al frente de todos los chicos que participaban en la experiencia

-clases abiertas de teatro en algunas escuelas, en los días subsiguientes las escuelas de Alta Gracia recibían a los chicos que venían de otros pueblos o de las sierras. Además de mostrar lo teatral había oportunidad para conocerse e interrelacionarse.

-ver teatro por la tarde, se abría el cine-teatro y allí asistían los chicos a ver en una gran sala, con música y sonido profesional, a sus maestras y maestros como personajes mágicos que sabían soñar y jugar

Esta experiencia duró cinco años. Aún hoy en Alta Gracia la recuerdan como una actividad muy linda.

Las tristes escuelas del proceso, con chicos sentados en sus bancos mirando la nuca del compañero, se convirtieron en lugares llenos de color, de miradas, de rondas y sobretodo de alegría.

Etiquetas: ,