Navegando el Paraná

Fotogramas de un sueño político

Liliana Arrastía

Rosario, Santa Fe, Argentina

Hace un tiempo, una amiga me preguntó qué esperábamos nosotras de la democracia y quiso saber, además, qué hacíamos cuando íbamos recuperando la libertad.

Lo primero que vino a mi mente y mis labios fue decir que cuando salíamos, aunque suene contradictorio, la alegría y la tristeza iban y venían en oleadas de igual intensidad. Es que al traspasar las rejas ya nos empezábamos a extrañar mucho. Además, nos dolía cada una de las que quedaban, las que sabíamos nos faltarían en la añorada vida en libertad. 

Estuve detenida entre el 14 de febrero de 1978  y el 25 de julio de 1981. Para mí el primer desafío fue no escucharlas más, dejar ese colectivo heterogéneo, diverso e indestructible construido a fuerza de solidaridad, contradicciones, encuentros y desencuentros y miles de debates para arribar siempre al “Nosotras” que nos constituyó. Debíamos comenzar a caminar solas así que mi segunda respuesta fue que salíamos y lamíamos nuestras heridas, intentábamos superar todo lo que no pudo ser y llorábamos por los y lo que nos habían arrancado.

Después, los esfuerzos estaban puestos en recuperar los afectos y la familia y en el reencuentro con los hijos y el amor: encontrarlo, revivirlo y, en algunos casos, con tristeza debimos sepultarlo. Encontré que mi bebita ya iba a la escuela y ese tesoro, parte de mi vida, es para otro capítulo.

En estas páginas contaré lo que para mí significó la democracia, contestando así en alguna medida a mi amiga Pato. Aunque voy a saltear un importante período, que fue la vuelta a la democracia en el ’83.

Vengo de una familia que no era peronista pero quiero aclarar que no ser peronista en mi familia -a excepción de un hermano bien peludoNombre con el que sus detractores denominaban al ex presidente radical Hipólito Irigoyen (1852-1933) por su tendencia al aislamiento. – era no ser peronista y solo eso; es decir, no eran antiperonistas.

Mi abuelo Nino vino solo de Italia en un barco a principios del siglo XX cuando tenía quince años. Era muy laburante, católico practicante y sentó sus bases y sueños en Bahía Blanca, provincia de Buenos Aires. Allí se casó con mi abuela Serapia, hermosa criolla, y tuvo cinco hijos.

Inés, mi madre, como tantas mujeres argentinas, votó por primera vez gracias a la conocida ley EvitaLey N°13.010, promulgada en 1947 y que estableció el sufragio femenino en Argentina. En 1951, las mujeres votaron por primera vez.. Mi padre se decía radical de Yrigoyen, el “Peludo”, pero supe hace poco, leyendo unas viejas cartas familiares fechadas en el año 1946 y enviadas a su cuñado, que se declaraba muy satisfecho con el gobierno de “ese tal Juan Domingo PerónJuan Domingo Perón (1895- 1974). Político y militar argentino. Tres veces electo presidente de la Nación y fundador del Movimiento Peronista, uno de los movimientos populares más importantes de la historia de la Argentina.”.

Milité en la Izquierda, en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Es conveniente esta aclaración porque en ese tiempo éramos muy críticos del peronismo: nuestro proyecto político era el socialismo y acceder al poder por el camino de la revolución ¿Y por qué no? si el mundo ya había visto a Cuba y a Vietnam.

El 24 de marzo de 2004, cuando ese flaco, bizco y “esbrigolero” diría mi madre -según ella, en un dialecto italiano quería decir algo así como desprolijo o que no le daba importancia a la vestimenta-, dio la orden de bajar los cuadros de Videla(1925-2013). Jorge Rafael. Dictador y genocida, condenado varias veces por delitos de Lesa Humanidad. Presidente de facto argentino entre 1976 y 1981. y BignoneReinaldo Bignone (1928 2018). Último presidente de facto del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional (1976-1983). mi corazón se estremeció. 

Esa imagen aún la conservo nítida y no creo ser la única propietaria del sentimiento que esa acción produjo. Pienso que a millones de argentinos nos sucedió lo mismo.

Bajar un cuadro no significa nada o, mejor dicho, significa eso: bajar un cuadro y nada más. Pero en nuestro país, que ha sufrido la dictadura cívico militar eclesiástica del año 1976 y un genocidio en el que Videla fue una de sus cabezas, bajar un cuadro pasó a ser un símbolo, una acción, un reclamo oído, una promesa que se cumple, un reconocimiento y una decisión política para la implementación de los juicios de Lesa Humanidad. En fin, un guiño a la ansiada y necesaria Verdad, Memoria y Justicia. 

A partir de ese momento deseé ser parte de ese proyecto, de ese sueño que despertó en los jóvenes y en los no tanto y comencé de a poco a militar en la Corriente Nacional de la Militancia para el Kirchnerismo.

Aplaudí cada uno de los derechos conquistados y cada ley aprobada: nulidad a la Obediencia DebidaLey N° 23.521, de 1987, que estableció que los delitos cometidos por miembros de las fuerzas armadas durante el terrorismo de Estado con grado inferior a coronel no fueran punibles por considerar que obedecian órdenes superiores. y Punto FinalLey N° 23.492 (1986) que estableció la caducidad de la acción penal contra los responsables del delito de desaparición forzada de personas en Argentina., ARSAT (la empresa Argentina de Soluciones Satelitales), ESI (Educación Sexual Integral), ley Susana Trimarco para la prevención de la trata de personas, Banco Nacional de Datos GenéticosOrganismo autárquico y autónomo creado en 1987 por la Ley Nº 23.511. Concentra material genético y muestras biológicas de familiares de personas que han sido secuestradas y desaparecidas durante la última dictadura cívico militar en Argentina., Matrimonio Igualitario y tantísimas más.

Y la gloria de festejar en las calles el Bicentenario9 de Julio de 2016: aniversario de la Declaración de la Independencia Argentina, en la histórica Casa de Tucumán, ubicada en la ciudada de San Miguel de Tucumán. con la alegría de ver la Patria Grande de pie. Otra imagen memorable para mí: todos los mandatarios juntos en una foto y en el proyecto de una Latinoamérica unida. 

No voy a redundar en detalles de lo que fue perder las elecciones de 2015. Los meses previos a ellas dejamos el pellejo tratando de que eso no ocurriera pero sucedió y después vinieron días muy tristes para todo el pueblo argentino. 

A partir de ahí, cada mañana me angustié con las malas nuevas, una tras otra eran pérdidas y sentía que para nosotrxs significaba mucho más ¡Porque ya habíamos perdido tanto!

El año 2016 lo pasé casi por completo en las calles de Rosario de protesta en protesta, de marcha en marcha, con antorchas y repudios, haciendo oír nuestro descontento y militando la bronca.

Los sábados a la mañana comenzamos a colocar una mesita en una esquina, a tres cuadras de mi casa, donde hay un Banco Credicoop. El único en muchas cuadras a la redonda por lo que se acerca mucha gente a cobrar, proveniente de los barrios vecinos de la zona sur rosarina como los barrios Alvear y Toba.

El primer día fui con un joven de dieciséis años y como no teníamos mesitas acarreamos un tablón y unos caballetes. Él tenía una remerita negra con la estampa de Perón y pensé en decirle que nos iban a putear en colores pero desistí para no bajar su entusiasmo de primera actividad en la calle ¡Ustedes no podrán imaginar todo lo que nos gritaron!

Pero a medida que transcurría el tiempo cada sábado se paraba más gente a charlar en nuestra mesita militante -ahora de plástico- y a recibir los volantes y debatir algún tema. También pasaban algunos autos pero ya no se escuchaban insultos: tocaban bocina y empezamos a escuchar cada vez más seguido la exclamación “¡Vamos a volver!”.

La mesita de los sábados con banderas, volantes y a veces con café al paso para el vecino creció y fuimos muchos los que nos dimos cita en esa esquina a escuchar y tratar de resolver algunas inquietudes y problemas del barrio porque creímos y apostamos a que debía volver al gobierno una fuerza política que, aunque sea un poco o mucho, se acercó a lo que alguna vez soñamos en la década del ’70.

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