Las del puerto

Hacia la luz

Isabel Catalina Garraza

CABA, Argentina

¿Cómo compartir la forma en que me fui reconstruyendo, rearmando? Una especie de rompecabezas después de haber vivido algo tan profundo y doloroso: la pérdida de la libertad, de vida, las desapariciones. 

Después del reencuentro con mi familia en la casa de mi infancia, en San Luis, también rearmada por mi vieja y mi hermana Marisa, partí hacia Buenos Aires para intentar comenzar un nuevo camino con mi compañero, allá por 1984. Esta situación me marcó porque debía aprender a andar en libertad -lejos de mi familia, de su contención y abrazo- y descubrir esta gran ciudad y sus enormes diferencias con la vida en el interior. Una de las cosas que más me llamó la atención aquí, fue que para ir a ver a un pariente o a un amigo había que definir un día y una hora. Claro, mi cabeza tenía incorporado aquello de las siestas y de llegar caminando a la casa de los amigos, a la escuela, a la facultad.

Pero algo que me ayudó, y mucho, en mi reconstrucción personal fue retomar la carrera universitaria. Pude hacerla luego de varios años, después de armar mi familia junto con mi compañero y de que la completaran mis dos hijes: Eva y Juan Manuel. Mientras, iba buscando un lugar en el trabajo y militaba políticamente. Así fue que en 1996 comencé a estudiar en la Universidad de Buenos Aires (UBAUniversidad de Buenos Aires. Universidad Nacional pública. Fundada en el año 1821. Es la mayor Universidad del país y está considerado uno de los centro más prestigiosos de América. ). Me gusta y me produce un gran placer estar aprendiendo todo el tiempo. El estudio me dio la oportunidad de entrelazar relaciones nuevas, esforzarme, abrir la cabeza y la mirada. Mientras me integraba al ritmo de esta gran ciudad, generaba una utopía personal: armar un futuro de superación y nuevos horizontes. 

Un poco de mi historia antes de que me detuvieran: en 1972 había comenzado la carrera de Bioquímica en la Universidad Nacional de San Luis (UNSLUniversidad Nacional de San Luis. Universidad Nacional pública. Fundada en 1973 como parte del «Plan Taquini», programa de reorganización de la educación que permitió la formación de Universidades en diferentes provincias del país. ). Pude llegar a cuarto año pero en 1976 la dictadura cívico militar truncó no solo mis estudios sino mi vida, como a muchas y muchos en nuestra patria.

¿Por qué elegí la carrera de Bioquímica? Tal vez porque todo lo relacionado con la salud estuvo ligado a mí desde la infancia ya que compartí con mis tíos su vida de estudiantes de Medicina. Porque a mi madre le hubiera gustado estudiar Química y cuando estaba con mi abuela Cata me animé a cambiarle el suero ¡y solo tenía cinco o seis años!

Volviendo a mi adultez, retomé la carrera en la UBA: primero Bioquímica y después la Licenciatura en Nutrición. Hice un gran esfuerzo para terminar y lo logré en el año 2010. Fue pura emoción, acompañada de toda la familia. Viajaron desde San Luis mis viejos y mi hermana con mis sobrinos. Sé que para mis viejos era un enorme orgullo, también para mi compañero David y mis hijes. El acto de colación de grado se realizó en el aula magna de la Facultad de Medicina de la UBA y recibí el diploma de la mano de mi hija Eva. Ese momento es uno de los más emocionantes y hermosos que he vivido.

Esta etapa fue muy importante en mi vida de libertad ya que me dio un lugar, un norte, un objetivo y un punto de partida para recorrer el camino hacia una mejor versión de mí misma y, así, poder brindarme a otros y otras.

Otro hecho que marcó mi vida en libertad fue ser testigo en el primer juicio de Lesa Humanidad en San Luis, por la desaparición, en septiembre de 1976 de quien fuera mi compañero, Pedro Ledesma y otros compañeros de mi provincia. 

Mi declaración fue en enero de 2009. Este hecho me conmovió profundamente y también trasmutó tanto dolor y oscuridad en algo de luz, de esperanza y sobre todo de justicia. Me acompañó toda mi familia y hablé frente a los genocidas con mi verdad, mis miedos, mis recuerdos y mis dolores. Le puse palabras al dolor, no solo al mío sino al de la familia de Pedro y pude, de ese modo, dedicarles algo así como una ofrenda. Logramos, junto a otres compañeres, que todos los genocidas fueran condenados a prisión perpetua. 

Mi hijo Juan Manuel, a raíz de lo vivido en este juicio, nos regaló una canción. Una canción llena de imágenes y emociones. “Inmortales seres”, Experimento Zeus, Juan Manuel Mazal:

Allí estuvo, como siempre, mi compañero David. Con él, en libertad, fui sanando, rearmándome. Con él, las palabras fueron puentes, fueron caricias y abrazos en la distancia, porque nuestra relación se fue construyendo a través de cartas. Párrafos, pedacitos de cartas coladas en las de mi viejo porque estaban presos juntos. En el año 1979, arribó a la Argentina la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y los dictadores autorizaron la comunicación por cartas a los familiares que estuvieran presos. Fue así que mi viejo transcribía las palabras de David, después de la contraseña: “Mariposa”. 

En el ’83, cuando ya la dictadura estaba terminando, permitieron que nos escribiéramos directamente y allí las palabras, los poemas, los dibujos fueron eternos. Pero, la sorpresa, la casualidad… la causalidad y la historia hicieron que saliéramos en libertad la misma noche: la madrugada del 3 de diciembre de 1983, luego de más de siete oscuros años.

Nos pudimos abrazar por primera vez en la terminal de Retiro, cuando en un colectivo llegaron a esta ciudad treinta y nueve compañeros liberados desde Rawson. Y allí, después de haber recuperado la libertad, junto a mi hermana Ani, del penal de Ezeiza, nos pudimos abrazar con mi familia completa y con David. Fue el momento del primer beso y abrazo, la primera sensación de piel y amor que nos tiene juntos desde hace treinta y seis años. De nuestra historia se realizó el Capítulo V de Amores de Historia, que se emitió por Canal 9 y el documental Proyecto Mariposa.(2014). Documental histórico dirigido por Sergio Constantino que narra la historia de David Mazal y Catalina Garraza, militantes montoneros.

Hoy, aquí y ahora, sigo aprendiendo y estudiando todo aquello que pueda y aporte para hacer la vida más saludable, entendiendo que somos parte de la naturaleza y que a ella también nos une la emoción y la energía. Por eso es que me acerqué a las terapias florales y a la fitomedicina.  

También me acerqué al arte, algo que traigo desde lejos, desde mi infancia y adolescencia cuando me sentaba horas en la cocina de mi casa familiar a copiar dibujos de historietas y soles coloridos; en la cárcel, en telas de sábanas endurecidas con engrudo (eso la transformaba en un bastidor perfecto) que pintábamos y dibujábamos con fibras, con betún, con cualquier cosa que nos diera color y forma. Hoy sigo plasmando lo que siento y quiero expresar en arte, en pinturas, en mosaicos, combinando colores.

A través del programa de radio Saboreando Saberes por La Imposible, Radio de HIJOS, comparto y transmito, difundo, lleno de significado y les doy visibilidad a las mujeres que hicieron historia, a los pueblos indígenas y a su cultura, a través de sus comidas típicas. Me acerqué a la radio porque entendí que servía para compartir aquellas cosas que aprendí, no solo en el estudio sino a lo largo de este recorrido de la vida. Me encontré con muchas voces similares y por eso formo parte de una red de programas de radio, “Vamos a Andar”, para que la voz sea multiplicada y llegue a nuestra gente: voces de compañeros y compañeras que deseamos construir en unidad este espacio y ser eco para tratar de informar y formar.

Este es un retazo de estos años, ya casi treinta y siete desde que salí en libertad. Y en este andar siempre me acompañan aquelles que quedaron en el camino y que nos permiten vivir este andar junto a nuestra gente y nuestros amores. No nos han vencido.

“Que la palabra belleza sea igual a la palabra mundo, y nadie esté rodeado de tristeza”, Juan Gelman.

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