Silvia Asaro
Trelew, Chubut, Argentina
Marta Quiroga, la Pantera, venía de Suecia después de treinta y dos años, así que dejé Trelew y partí hacia Buenos Aires. Fue en 2007. Habíamos quedado en encontrarnos en el Café La Paz, de la avenida Corrientes. También irían Graciela y la flaca Movia. Las tres habíamos compartido pabellón, allá por el ’78. La emoción era increíble, la cita era a las 5 de la tarde. Yo no podía contenerme. Pensaba, ¿qué habrá sido de su vida? ¿Nos reconoceremos? Había tanto para contarnos. La adrenalina me corría por el cuerpo y el tiempo parecía no pasar.
Como a las 11 fui a lo de Marilú, otra compañera de Devoto, para contarle. Cuando llegué, Marilú me pasó un celular de Buenos Aires para que la llamara. Y llamé.
—Hola, ¿Pantera? Soy yo, Silvia.
¡Era La Pantera! Su voz era la misma, sus gritos y los míos se cruzaron, amontonamos palabras y preguntas.
—¿Cómo estás? ¿Cómo viajaste? Hoy nos vemos ¿Sabés cómo llegar al café?
—¿Dónde estás parando? ¡Ah!, en Palermo. Qué casualidad yo también estoy en Palermo ahora, en casa de Marilú.
—Y, ¿en qué zona estás? ¿Cerca de la avenida Santa Fe, en serio? Yo también… ¿En qué calle estás?
Y escuché que su amigo, donde estaba alojada, le dijo «calle Thames».
—Pero, ¡Panter! ¿Thames y qué…?
Cuando escuché que dijo Paraguay y Thames pegué un grito… casi a punto de desmayarme.
—Panter, ¡yo también estoy en Paraguay y Thames!
La vida, los treinta y dos años, las distancias, los recuerdos, aquel abrazo que nos dimos tan fuerte de despedida y vos que te perdías por el pasillo de los pabellones cuando te trasladaron… todo se volvió un segundo.
Salí al balcón de un piso dieciocho con el celular en la mano y llorando a mares.
“Pantera, ¿dónde estás?”, grité. Y allí estaba la Pantera ¡En el edificio de al lado, en una terraza de un segundo piso!
Bajé corriendo y el ascensor me pareció ¡tan lento! Nos fundimos en un abrazo como aquel de la despedida allá, en el pabellón 40, prometiendo que nos reencontraríamos algún día.
¿Qué imán nos atravesó para que en una ciudad de millones de habitantes estuviéramos las dos en el mismo sitio? ¿Qué hilos nos siguen atando? ¿Quién nos lleva por la vida para que no nos soltemos? ¿Casualidad? Misterio…