Bonaerenses

La larga noche

Emilce Moler

La Plata, Buenos Aires, Argentina

Nací en 1959, en la ciudad de La Plata. En la madrugada del 17 de septiembre de 1976, hombres armados y encapuchados que se identificaron como del Ejército Argentino me secuestraron de la casa de mis padres; fue la llamada “Noche de los Lápices”.

Yo tenía diecisiete años, era estudiante de quinto año del Bachillerato de Bellas Artes y militante de la Unión de Estudiantes Secundario (UES). Estuve detenida-desaparecida en tres centros clandestinos de detención: el Pozo de Arana, el Pozo de Quilmes y la Comisaría de Valentín Alsina, en Lanús, en los que sufrí distintos vejámenes.

En enero de 1977 entré como presa legal a la cárcel de Villa Devoto, de la que salí a los diecinueve años con régimen de libertad vigilada. No me dejaron volver a mi ciudad natal porque me consideraban demasiado peligrosa e irrecuperable para la sociedad, así que quedé bajo el cuidado de mis padres en la ciudad de Mar del Plata, adonde ellos se habían trasladado para empezar una “nueva vida”.

Rendí libre quinto año del secundario y me recibí en diciembre de 1978. En 1979 di el examen de ingreso a la carrera universitaria de Matemática, lejos había quedado mi interés por el arte. Recobré mi libertad en mayo de 1979, tenía viejos veinte años.

A partir del desastre de la guerra de Las Malvinas, cuando la dictadura empezó a resquebrajarse, comencé a participar de peñas y reuniones en vistas a rearmar los centros de estudiantes. A pesar de que era muy peligroso también me veía con Fernando, mi novio de siempre. A él le habían asesinado a su hermano y su situación era muy complicada. Nos casamos en febrero de 1982. En febrero de 1983 me recibí de Matemática, y en septiembre de ese año nació nuestra primera hija, Mariana. En 1986 llegó Pilar y cuatro años más tarde, en 1990, Joaquín. 

Me dediqué a enseñar matemática y computación en la Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP). En forma paralela ayudé a crear el centro de graduados de Ciencias Exactas y el gremio docente universitario. Atenta a la evolución de la democracia, les contaba solo a los más allegados que yo había sido una desaparecida y presa de la dictadura. Mi padre y yo testimoniamos en 1986, en el Juicio contra Camps. En febrero de 1999 brindé mi testimonio en el Juicio por la Verdad en La Plata. Lloré y me abracé con los familiares, esperanzados de que en esos juicios pudieran aparecer algunas piezas más de los rompecabezas que aún intentamos armar. 

Fui docente universitaria e investigadora por más de treinta y siete años. Colaboré con el Equipo Argentino de Antropología en la restauración de huellas digitales de personas desaparecidas, lo cual permitió la recuperación de un nieto, Manuel Gonçalves.

Soy Doctora en Bioingeniería y Master en Epistemología. Soy de Gimnasia, el Lobo, club de fútbol de La Plata. Estuve casada con Fernando durante treinta y tres años, dirigente del gremio bancario desde la vuelta de la democracia. Nos separamos hace unos años. Hoy tengo una nueva pareja, Arnaldo, impulsor efusivo de mis textos. Fui miembro de la Comisión Provincial por la Memoria, militante del Movimiento Evita, secretaria académica de la UNMDP, funcionaria del Ministerio de Ciencia y Tecnología de la Nación. Integrante de algunos coros, directora del Grupo de Enseñanza de Matemática, asesora del ministro de Educación a cargo de la implementación de la Asignación Universal por Hijo (AUH); subsecretaria de Economía Social del Ministerio de Desarrollo y directora del Programa de Estudios e Investigaciones de Economía Popular y Tecnologías de Impacto Social. Me encanta tejer y hacer gimnasia.

Si bien la versión del libro Noche de los Lápices y la película no me representaba enteramente, sobre todo por la descripción que se hace de nosotros, la memoria de mis compañeros desaparecidos y la necesidad de que la sociedad conociera lo que había pasado pudieron más; así que poco a poco me fui apropiando de esa historia, que también es la mía, y encontré mis propias formas de narrarla.

Me jubilé hace dos años, tengo tres nietas a quien le dediqué el libro que escribí recientemente que se denomina La larga noche de los lápices (Editorial Marea), y en la presentación digo así:  

“Muchas veces relaté minuciosamente los hechos vividos en distintos juicios ante abogados, fiscales o jueces. Muchas otras veces lo narré en entrevistas, charlas, presentaciones; en escuelas, radios, encuentros… Tengo la sensación de que hablé mucho a lo largo de mi vida. Contesté preguntas absurdas, banales, inquisidoras, dolorosas, y también algunas tan profundas que me llevaron a lugares que no hubiera querido transitar. A veces me escucho a mí misma en declaraciones de distintas épocas y siento que ya se sabe demasiado sobre esa historia y que, por lo tanto, no es necesario que se hable más. Cada año, en cada conmemoración de la Noche de los Lápices, sigo tomando conciencia de todo lo que todavía falta contar, que también es demasiado. Entre estos demasiados sentí la necesidad de dejar en palabras escritas cosas que nunca había podido decir: esas que quizás no sirven para una entrevista breve ni para 140 o 280 caracteres; esas que tenía guardadas y que fueron mi andamiaje, mi sostén, mis sombras, mis grises, mis miedos y mis pequeños actos heroicos. Reflexiones profundas, viscerales, que no siempre se pueden decir de un tirón ante un micrófono o ante un auditorio y que permiten entender quién soy. Así surgió este libro. Seguro que no voy a llegar a decirlo todo, pero ya es algo“.

Porque es imprescindible dejar plasmadas nuestras historias escritas, este texto construido colectivamente va a colaborar a seguir transitando los demasiados….