Mónica Piñeiro
Villa Dolores, Córdoba, Argentina
Tiempos raros, revueltos, de incertidumbres y certezas, todo junto.
A pesar del aislamiento social por el Covid se producen encuentros maravillosos, como el del sábado 22 de agosto, en un zoom convocado por Analía KalinekIntegrante del Colectivo Historias Desobedientes, formado por hijas, hijos y familiares de represores que no aprueban los delitos cometidos por sus parientes. Trabajan en defensa de los DDHH.: allí se entrelazaron historias fuertes, tremendas, y se armó esa poderosa urdimbre de la sobrevida. Un mágico y conmovedor encuentro, potente, imparable.
Son historias que se cruzan, se entretejen y no dejo de maravillarme. Heridas que van sanando con el tiempo, con cada abrazo, con cada acto de justicia -como la cárcel común a los genocidas- y con cada nieto que aparece.
Se desató un cúmulo de recuerdos: ahí estaban Martín, que busca a su primo, Pedro, me viene el rostro de su tía. De la madre, Blanquita AngerosaDetenida desaparecida el 3 de enero de 1978 en Buenos Aires, a los 19 años. Fue vista en el campo clandestino de detención El Vesubio, donde dio a luz a un varón. Ella y su hijo continúan desaparecidos., solo conocí la voz y sus caricias en mi panza de 7 meses en el campo de concentración cuando, entre sollozos, me contó que había parido un varoncito y que quería que se llamara Pedro. Mucho más tarde, en la sentencia del VesubioEl Vesubio fue un centro clandestino de detención, en Argentina, utilizado por el Ejército que estaba ubicado en la localidad de Aldo Bonzi , en el Gran Buenos Aires. «Empresa El Vesubio» era el nombre clave que utilizaban para referirse al mismo las fuerzas represivas. Comenzó a funcionar en 1975, siendo utilizado por la Alianza Anticomunista Argentina (AAA), antes del golpe de Estado, con el nombre de «La Ponderosa» y dejó de funcionar en 1978., conocí a su hermana y ella llevaba colgada la foto de Blanquita. Le conté mi encuentro y me la regaló. A Blanquita la llevo a cada charla y a cada escuela: está presente con su sonrisa de 19 años, con esa luz en su mirada. ¡Presente! ¡Ahora y siempre!.
Hay encuentros que nos marcan para siempre y no hace falta que sean largos, ni llenos de palabras. La llevo en mí, nunca la olvidaré y jamás dejaremos de buscar a Pedro. ¡Memoria, Verdad, Justicia!
Y ahí también la Sole, querida Sole García, mi profe del secundario con quien nos cruzamos más tarde, en épocas oscuras, en el patio de la cárcel y nos fundimos en un abrazo todo lo estrecho que permitió mi panza ya de casi nueve meses.
Y allí estaba Ale, también su nombre lo supe en el horror: la nombró un represor cuando intentaron violarme. Y la nombré en mi testimonio, cuando declaré en el juicio del Vesubio pero recién aquel sábado conocí su rostro, su voz. Historias que se siguen entretejiendo.
Analía, hija de un genocida e integrante del colectivo Historias Desobedientes , presentes en el zoom nietos de represores también. Historias desobedientes, historias deconstruidas y vueltas a construir una y otra vez. Y esa pregunta que yo me hacía encadenada, encapuchada, muerta de hambre y frío: ¿cómo pueden? ¿cómo pueden esas manos después ir a su casa y acariciar los hijos? ¿cómo pueden. Cómo? Y les desobedientes preguntan lo mismo y se arriman a la lucha y, entonces, una se amiga con lo humano.
Seguimos tejiendo historias, sobrevidas.
Hoy, en Traslasierra, compañeros de militancia siguen el juicio del Vesubio virtualmente y resuenan más voces contando el horror. El último jueves, la historia de Blanquita, conocida ya en Traslasierra. Llueven mensajes que me avisan: “¡Blanquita! ¡tu Blanquita, la de la foto. Están hablando de ella!”.
Más de diez años de militancia en Traslasierra, la Comisión de Derechos Humanos(DDHH) por la Memoria, la Verdad y la Justicia, que nació en 2008, la mesa de trabajo por los DDHH, que en Traslasierra protagonizó un histórico escrache al represor DiedrichLuis Gustavo Diedrich, ex militar genocida condenado a cadena perpetua por delitos de Lesa Humanidad en el año 2021. , con domiciliaria en Yacanto. ¡Adonde vayan los iremos a buscar!.
Y más atrás en el tiempo, recién salida de la cárcel de Devoto, el trabajo con el padre Mario, en la parroquia, con hijos de compañeros desaparecidos. Después la docencia, la militancia gremial, la creación del Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires (SUTEBA) y hoy compañeres entrañables de aquellos días, como Hugo YaskySecretario de la Central de Trabajadores Argentinos (CTA) desde 2006, dirigente gremial de trabajadores docentes y diputado nacional. y María Reigada, jurando “por les 30.000”. Qué bueno saberlo, cada une en su lugar, luchando por un mundo mejor.
En junio de 2019 el encuentro de Nosotras me marcó. Nos descubrí bellas, potentes, llenas de vida, de amor, deslumbrantes. Alegres. El aire lleno de voces, de historias, de abrazos, de risas. Fue mágico, único. Me siento agradecida por haber estado.
Y más agradecida aún por haber compartido ese encuentro con Marcelino, mi hijo, que se encontró con sus “tías de Devoto” que le contaron recuerdos y le cantaron canciones: “Cuando volviste con tu mamá, recién nacido, te cantamos Se precisan niños para amanecer ”, le contaron. ¡Gracias Pluta!
Inmensamente agradecida del encuentro de mi hijo y mi nuera con ese grupo de hijes maravilloso que estaba allí, acompañando, registrando, cuidándonos con una ternura conmovedora. Y con Marcelino y Suri -su pareja- estaba también Libertad, mi nieta, que condensa en su nombre, su mirada y su inefable sonrisa tanta historia…
Etiquetas: ACTIVIDAD COMUNITARIA, EDUCACIÓN