Andes, Pampa y Patagonia

Las dos desapariciones

Silvia Lacreu

San Luis, Argentina

“Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma”.
Julio Cortázar.

Te transito, marzo, como se transita un puente que une con hilos invisibles dolores, alegrías y recuerdos. Mirando a aquella jovencita de veinte desde esta mujer de setenta, renacida una y mil veces. Me pienso y repienso. Caigo en la cuenta: tuve dos desapariciones.

La primera, en 1976. Fue luego de salir del infierno y dejar de ser rehén de los militares. Retomar la vida ¡Fue tan difícil! Asesinatos, presos políticos, fusilamientos y simulacros, campos de concentración, desaparecidos, bebés robados. Miseria, desocupación. Y el silencio de una sociedad que no veía ni hablaba. 

Reingresé a cursar el último año del profesorado de Historia en Bell Ville, Córdoba. Nos persiguieron y luego suspendieron, hasta que llegó la expulsión y el cierre de la carrera de Historia. Eran los tiempos de Telleldín y Castro, del Comando Libertadores de América, la versión cordobesa de la Triple AAlianza Anticomunista Argentina. A partir de 1974 este grupo parapolicial persiguió y asesinó a militantes políticos, abogados, sacerdotes, artistas e intelectuales. Luego, durante la dictadura cívico militar de 1976, formó parte de los grupos de tareas.. Eran dueños de la vida y de la muerte de miles de jóvenes, obreros, estudiantes e intelectuales.

Caminábamos por las calles como muertos civiles. Señalados “porque algo habrán hecho”. Vivíamos en una precaria libertad, en los márgenes y en los bordes. Había calado hondo el miedo en la sociedad que celebraba a los delatores y a los verdugos. A curas, empresarios y profesores. La exclusión, la falta de trabajo con hijos pequeños. La pérdida de mi compañero.

Cuando retornó la democracia, gracias a la lucha de parte del pueblo de Bell Ville, se reabrió la sección Historia del profesorado. Repusieron al rector Bernardino Calvo, también encarcelado durante la dictadura, gracias a las gestiones de Alfredo Bravo, entre otras. Yo me recibí diez años después. En esa época y por muchos años me quedaba sin voz al querer hablar de la cárcel. Dejé de intentarlo.

En el año 1987 vine a vivir a San Luis. Rápidamente conseguí horas cátedra y me fui quedando en la Escuela Normal Juan Pascual Pringles, en la que tuve la totalidad de las mismas.

Allí trabajé la memoria, la historia de tiempo presente y los Derechos Humanos (DDHH). Los pibes y pibas fueron lo mejor que me pasó en la vida. En esa escuela hicimos una construcción colectiva con los chicos del sexto año, de orientación Humanística, como protagonistas de verdaderos trabajos de investigación y producción a lo largo de los años. 

Dan cuenta de ellos el Camino de la Memoria y los Árboles de la Memoria, pinturas de la Noche de los LápicesLa noche del 16 de septiembre de 1976 y días suscesivos un grupo de jóvenes fueron secuestrados en la ciudad de La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires, por miembros de la policía provincial. Los jóvenes estudiantes y militantes de colegios secundarios reclamaban el boleto estudiantil secundario (BES). Fueron secuestrados, torturados y seis de ellos aun continúan desaparecidos.. Todos los años trabajábamos el acto del 24 de marzo (incluido en el calendario escolar a partir de 2004). A la vez, estudiaba la Licenciatura en Historia en la Universidad Nacional de San Luis (UNSL), que terminé en 2009.

Las fuerzas regresivas y maccartistas perseguían las ideas y los sueños. Me volvieron a desaparecer. Algunxs de mis propixs compañerxs, colegas de trabajo. Cuestionando la “politización” y las producciones de los chicos. Me jubilé en 2011 muy a mi pesar, con una gran pena por dejar las aulas. 

Ya no solo no me quedaba sin voz, sino que por años no pude hablar en público.

Seguí militando y escribí dos libros, ahora estoy trabajando en el tercero. Estoy en varios espacios de militancia.

Y volví a la escuela, en la que pretendieron silenciarme. Colocamos un cerámico: “A 45 años, plantamos memoria, cosechamos derechos. Son 30.000. 24 /3/ 76 – 24/3/ 2021”. Recuperé la voz.

Y digo con Violeta, GRACIAS A LA VIDA… muy fuerte. Porque fui y fuimos capaces de reinventarnos, abrazando, imaginando imposibles y derrotando al odio. No fue mágico, fue la magia del amor y la fuerza de los 30.000 que caminan con nosotrxs.

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