Alicia Gómez
Maldonado, Uruguay
Hacía más de un año que las cincuenta y cinco familias habíamos ocupado ilegalmente las viviendas, cansadas de esperar que la burocracia del municipio de Maldonado -en Uruguay- atendiera las necesidades urgentes que teníamos. Las familias, mayoritariamente mujeres con niños, éramos una columna vertebral impresionante.
Yo tenía dos hijos, Sebastián -que había nacido mientras estaba presa en la Unidad N° 5 de Rosario- y Patricia -nacida en Chaco, donde volví después de casi ocho años de cárcel. A Sebastián tuve que entregarlo a los cinco meses. Vino a buscarlo mi abogado una noche cuando llegó el rumor de que el capitán GaluppoRoberto Oscar Galuppo. Capitán, represor perteneciente al Centro de Operaciones Tácticas (COT) del II Cuerpo de Ejército. A cargo de la Unidad Penitenciaria N° 5 de Rosario, Santa Fé. estaba interesado en llevárselo de prepo. Terminó creciendo en Machagai, de donde yo era y donde junto a mis nueve hermanos y mis padres trabajábamos levantando algodón, criando gallinas o lo que mandara el patrón.
A Daniel, mi compañero, lo mataron en Tucumán en 1975. Pero lo supe en 1977, mientras seguía detenida, en ese momento en Villa Devoto. Nos conocimos en Rosario, donde había llegado a trabajar en servicio doméstico. Fue mi gran amor. Me animó a terminar la escuela primaria, a saber qué era la explotación, la injusticia, qué quería decir la palabra burguesía, a soñar con un mundo mejor y por qué había que organizase para cambiar las cosas. Así fue que con mucha alegría y pasión empecé con él a militar en el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRTPartido Revolucionario de los Trabajadores. Fue un partido político de tendencia marxista-leninista de argentina. Su apogeo tuvo lugar entre 1965 y 1977 cuando fue desarticulado por la represión estatal. ).
Cuando salí de la cárcel conseguí trabajo, hice nueva pareja y nació mi hija, Patricia. Era otra etapa de mi vida, pero duró poco. Habíamos formado la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDHAsamblea Permanente por los Derechos Humanos, constituida en 1975 y compuesta por sectores sociales, politicos, intelectuales, sindicales y religiosos argentinos.) local con Marita y Enrique, el padre José, el doctor Snau y el padre de Patricia. Pero la democracia parecía no haber llegado a Machagai. Los FalconAutomóvil de la marca Ford de color verde utilizado por las fuerzas represivas del Estado para realizar secuestros durante la última dictadura cívico militar de Argentina. verde me seguían a paso de hombre a las 5 de la mañana, cuando iba a la clínica. Empezaron las amenazas y mi pareja tenía miedo. Y yo no tenía ganas de vivir con alguien que tuviera miedo. Nos separamos y a instancias de Marita nos fuimos a vivir a Maldonado. Allí había llegado -perseguido- su marido Enrique Pérez Morad, médico correntino y enorme persona.
Conseguí empleos en hoteles de Punta del Este como mucama. Después, pasé a la cocina y pude organizarme un poco. Pero vivía de prestado, a veces en alguna pieza en el trabajo. Todo muy inestable. Entonces apareció este barrio terminado, estas setenta y ocho viviendas prefabricadas listas para habitar y que sus destinatarios rechazaron por no ser lo que habían acordado. El complejo habitacional 17 de Junio, fue nuestra meta posible y también tocar el cielo con las manos.
Para multiplicar nuestras fuerzas nos organizamos, con el apoyo del Frente AmplioCoalición de partidos progresistas de Uruguay. y de nuestra amiga, compañera y ya concejala Marita Araujo. Tomamos coraje y -aprovechando un feriado- las ocupamos. Con un ardid y la colaboración de Enrique -que extendió un certificado de salud- alejamos al guardia que custodiaba las llaves y así protegimos su empleo. Ese memorable día pusimos un pie en los que serían nuestros hogares. Nos amenazaron de todas las maneras posibles. Nos mandaron la policía e iniciaron un juicio de desalojo, nos notificaron y emplazaron.
Necesitábamos un abogado y fue el doctor Edison Bilicio quien solidariamente nos defendió. Venía a las reuniones que hacíamos de noche en mi casa a la luz de las velas. Y mientras el expediente crecía, nosotros arremetíamos pidiendo agua, electricidad, relleno de terrenos, amojonamiento y parquizado. Exigíamos a la intendencia y al Ministerio de Vivienda que se hiciera cargo de lo que nos faltaba.
Íbamos todas las familias al juzgado, pero la secretaria nos aclaró que solo atendería al abogado y a la presidenta de la comisión. Esa era yo. Las cincuenta y cinco familias se quedaron esperando en la plaza de Maldonado. Así, negociamos. Entramos al despacho, el juez miró la causa y dijo: “Yo esto no lo voy a hacer, se lo doy al fiscal porque están en todo su derecho”.
El abogado me pidió que me retirara y fui a una cuadra donde estaban todas las familias pendientes. Finalmente, volvió y dijo: “Ahora se van cada uno a su casa y no se mueven de ahí”. Nos quedamos más tranquilos porque ya había vencido el plazo estipulado para desalojarnos. Nos favoreció que justo fuera el natalicio de ArtigasArtigas José Gervasio (1764-1850). Militar y estadista rioplatense. Representante del Federalismo en Argentina y Uruguay. y con ese feriado ganamos tiempo.
Esperamos hasta que el abogado trajera la resolución que decía que estábamos en nuestro derecho y no podían desalojarnos. Era 1997. A todo esto, yo seguía en mi casa con la bolsa de llaves de las personas que no habían entrado. Se lo comenté al abogado y él las entregó al juez. Cuando se regularizó la situación, la asistente social del Ministerio de Vivienda nos pidió las llaves y le dijimos que las retirara en el juzgado. No se las dieron a ella sino a nuestro abogado. Entonces, organizaron una entrega con tarjetitas y moñitos para los que faltaban y llevó a algunos a una radio donde dijo que las personas que no habían tomado las viviendas eran honestas y nosotros -el grupo que las tomamos- éramos los deshonestos. Esto no nos impidió integrar a todas las personas cuando entraron a sus casas. Es más, tratamos de que estuvieran en la comisión, pero entre nosotros y medio en secreto, decíamos “estamos juntos los honestos y los deshonestos”. Siempre han jugado con tratar de dividir, pero no lo lograron con nosotros.
Nuestra lucha arremetía ante cada negativa o demora, evasiva o negligencia. Así fuimos ganando espacio político y lo que en principio parecía ilegal ahora se hacía además de justo, legítimo. Las autoridades no tuvieron más que conceder. Así ganamos nuestro derecho a la vivienda y a una vida digna. Tuvimos luz, agua y fuimos por más: el reglamento de copropiedad y las escrituras, maliciosamente demoradas. Paso a paso, construimos comunidad entre las setenta y ocho familias, pero todos saben que este logro es mérito de las cincuenta y cinco que nos animamos: habíamos ganado nuestro techo, habíamos demostrado lo que la unidad consigue, habíamos trasmitido a nuestros hijos que el Estado está para servirnos y que si no lo hace, la lucha es la herramienta para lograrlo.
Al año, hicimos el gran festejo y por supuesto no faltó nadie: guitarra tocada por Enrique y mesa nutrida por todas las manos. Le mandamos una invitación hasta a la asistente social que dijo unas desteñidas palabras.
El Frente Amplio me convocó desde el principio y con esa bandera avanzo, la militancia es parte esencial de mi vida. Con cada triunfo o fracaso lloro, río y me abrazo a tantos compañeros y compañeras. Barrio por barrio, hacemos campaña.
Del Chaco me queda esa raíz inolvidable y el Mal de Chagasinfección causada por un parásito llamado Trypanosoma cruzi a través de los insectos conocidos como “vinchucas” o “chinches”. La enfermedad se transmite cuando la persona se rasca sobre la picadura e introduce las heces del insecto infectado en la heridaAunque generalmente no presenta síntomas, en 3 de cada 10 personas puede provocar complicaciones en el corazón y en el sistema digestivo.Es una problemática compleja de salud que involucra múltiples dimensiones (biológica, ambiental, económica, política, educativa y sociocultural) que me acompaña desde chica. Cuando puedo, vuelvo a su pobreza crónica llevando algún paquete. También vuelvo a mis hermanos y hermanas, con sus hijos y nietos y a la fortaleza de mi madre. Con más de noventa años, sigue a cargo de su casa – ahora propia- haciendo labores, con sus animales, cuidando la huerta y vendiendo huevos. También vuelvo al recuerdo noble de mi padre y a mis compañeras de cárcel de las que aprendí tanto. Viven en mi corazón y hablamos a diario.
En el hotel de Punta del Este donde trabajé muchos años, me pidieron un día que hiciera pan y después de un tiempo y un curso de cocina, me pusieron a cargo. En temporada atendía a más de cien comensales. Además de preparar desde el desayuno hasta la cena, administraba las compras y organizaba las tareas. Al final de cada noche íbamos al comedor a recibir los aplausos y también felicitaciones personales. Muchas veces no podía más del cansancio. Era jefa de cocina y ese fue mi último trabajo.
Hace unos años me jubilé, pero estoy poco en casa. Porque hay mucho que hacer en el Frente, porque mis hermosos nietos y nietas me reclaman. Vienen a comer, a charlar, a que les arregle una ropa, a disfrutar una tarde. La mayor sabe de mi historia, la cuenta en la escuela y, orgullosa, habla de su abuela. Relata su historia familiar y también que tienen un libro que se llama “Nosotras”, donde están los testimonios de lo que viví en la cárcel con tantas otras compañeras. Una profesora la escuchó atentamente, se interesó muchísimo y le preguntó si podía prestárselo.
El doctor Enrique Pérez Morad falleció lamentablemente hace cinco años. Sirva su nombre en este texto como homenaje al compañero incondicional que siguió atendiendo pacientes en nuestro barrio, dedicándose a su profesión con alma y vida.
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