Alicia González Alarcón
Santa Fe, Santa Fe, Argentina
Una mujer, si se lo propone, vive aprendiendo.
Durante treinta y un años ejercí la docencia universitaria. Descubrí en los finales de los ’80 que nuestres jóvenes desconocían la dictadura cívico militar, centrándose anecdóticamente en los hechos de la Guerra de Las Malvinas, sin comprender el contexto.
Ansiosos de ver y comprender, recorrí con elles, la importancia de la memoria y los Derechos Humanos (DDHH) en toda formación profesional.
Avancé hacia la investigación social comprometida en temas de pobreza y de trabajo. Fui titular por concurso de dos cátedras referidas al Trabajo Social, la cuestión social y la configuración de los problemas sociales.
También me comprometí en roles de debates y representación institucional como consejera directiva, consejera superior y de gestión. Fui decana de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNER) entre 1994 y 1998. El contexto era demoledor: a nivel nacional, la famosa e injusta Ley de Educación Superior. Los laberintos posibles se construían colectivamente.
Abierta a seguir aprendiendo fui aunando la visión ético-política con la vida cotidiana, con la perspectiva de género. Dentro y fuera del ámbito académico, en pleno siglo XXI, se avanzó en cuestionar las desigualdades propias del patriarcado, lo cual me encontró generando, siempre colectivamente, en equipos, en grupos, todo tipo de propuestas que amalgamaran mi pensamiento político con lo ético-cultural y socio-económico.
Asumí retomar integralmente la escritura desde la literatura. Parafraseando logré “tener dos hijas, plantar árboles y escribir tres libros”.
Reconociéndome hermana de tantos compañeres desaparecidos, hijes, abuelas y Madres de Plaza de Mayo, otras pérdidas nos sacaron a la calle. Desde el Ni Una MenosConsigna que dio nombre a un movimiento feminista surgido en Argentina en 2015 y que luego se expandió hacia varios países del mundo. en adelante otros reclamos y exigencias del feminismo nos hermanaron.
Quiero compartir con ustedes lo que escribí al cumplirse un mes del femicidio de una gran amiga y Trabajadora Social, Daniela Cejas, ocurrido el 18 de enero de 2020:
Ha llegado la lluvia a calmarme la piel, a refrescarme el ansia de gritar que duele. Ha llegado la lluvia a limpiar las heridas invisibles, a cicatrizar lo que falta.
Me acuna este chubasco de febrero. Me trae tu imagen en un vuelo. Apresurado un colibrí sorbe de la flor. Huyen los malos presagios.
La calma llega de a gotas. Las ausencias están presentes y me acarician.
Empapada de lluvia te recuerdo Dani, te sonrío porque no hay belleza en tu muerte. Pero hay semillas que crecen.
Elegir la vida es una militancia. Nosotras decidimos cómo vivirla.