Marta Candia
Santa Rosa, La Pampa, Argentina
Mis abuelas tuvieron gran influencia en mi vida. Una como ejemplo de amor y sacrificio. La otra como fortaleza y matrona dominante. Una, mullida y suave. La otra, seca, delgada y condescendiente.
A veces son más importantes estas presencias que la influencia directa de las madres, a quienes las niñas o adolescentes solemos juzgar desde el prejuicio y la exasperación frente a sus demandas. Y cuando somos madres, nuestras hijas repiten esas conductas. En cambio, con las abuelas la distancia y la experiencia ayudan a tolerar con una sonrisa las aristas de personalidad.
En la antigua tradición mapuche-ranquel las mujeres tenían un lugar en las ceremonias (Guillatún): un momento en que todas ellas juntas, de a una por vez, cantaban su tahil. Se trata de una canción o expresión vocal única, como un sello de su línea genealógica con las ancestras. El tahil pasaba de abuelas a nietas y las últimas lo adoptaban cuando ya la mayor había partido. El exterminio de nuestros antiguos habitantes interrumpió esta especial tradición, aunque tuve oportunidad de acercarme a dos tahíles en un taller de danzas autóctonas en La Pampa, donde vivo. La loncaEscríbase también lonca, longka ´cabeza¨. Es la jefa de una comunidad Mapuche. El cargo tiene aspectos políticos, administrativos y religiosos. Ana María Domínguez, descendiente directa de Panguitruz Gner, nos enseñó.
Mi nieta, a sus once años me interrogó una noche -mientras preparábamos la cena y en la charla de sobremesa-, sobre mi militancia, la cárcel, el amor y la historia, así como vienen mezclados los temas y abriendo ventanas que no se cierran.
Años después, en el ingreso a la secundaria, durante la Semana de la Memoria y ante la pregunta de la profesora sobre: “¿Quién sabe qué pasó el 24 de marzo?”, mi nieta levantó la mano y dijo: “Yo sé qué sucedió, porque mi abuela siempre nos lleva a las marchas ese día”. Y relató la historia del Golpe Militar y nuestros desaparecidos. Ante la audiencia interesada en una narración auténtica y espontánea, dijo: “Mis abuelos estuvieron siete años en la cárcel”. Ocurrió, entonces, que mantuvo a los profes y a los alumnos tan interesados que se olvidaron del recreo. Su historia fue publicada en páginas del centro de estudiantes. Ya la elegían delegada, porque tiene el don de la palabra, pero se consideró a sí misma demasiado chica todavía. Quedé sorprendida por tantos detalles que ella recordaba de nuestra charla luego de dos años.
En las marchas del “Ni Una Menos”, las más numerosas protagonizadas por mujeres, íbamos unidas toda la línea familiar: abuelas, hijas y nietas. Algo grande está sucediendo con las luchas de las mujeres frente al capitalismo patriarcal.
* Retrato de Dughu Tayen, óleo de Miguel García, La Pampa 2020. Dughu Tayen, conocida también como la Reina Bibiana, fue esposa del cacique Cipriano Catriel, con quien tuvo varios hijos e hijas. Luego de la muerte del hombre y dispersas las tribus después del genocidio, Dughu Tayen (Cascada Rumorosa) toma a su cargo la tarea de reunir a su gente y pelear, frente al gobierno central de los blancos, por la recuperación de territorio. Y lo consigue. Por su conocimiento de la lectura y escritura y por ser una hábil negociadora obtiene miles de cabezas de ganado y de hectáreas de territorio en ambas orillas del Río Colorado, unificando a las tribus bajo su mando y administración. Murió en Puelén, La Pampa, en 1906. Se constató en los libros parroquiales que muchas niñas recibieron el nombre de Bibiana en honor a su reina. En 2013, desde Cultura Municipal tuvimos oportunidad de presentar al Concejo Deliberante a nuestra Reina Bibiana y a otras mujeres emblemáticas en un proyecto por el cual algunas calles de los nuevos barrios de Santa Rosa llevan esos nombres. Fue aprobado.
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