Andes, Pampa y Patagonia

Maestra rural de 4º categoría

Emperatriz Márquez

El Rodeo, Catamarca, Argentina

Recordar y reconocer los espacios de labor que elegí y otros en los que fui elegida para desempeñarme es afirmar que todos fueron más de aprendizajes que de transmisión por mi parte. Todos espacios ricos en relaciones humanas y conocimientos sobre lo que somos.

Fui maestra de primaria en más de diez escuelas, casi todas ubicadas en zonas vulnerables. Y también de ruralidad. Del mismo modo, fui vocal de la Junta de Clasificación de escuelas primarias, nivel Jardín, Adultos y Especiales.

Otros años me nutrí con la experiencia como delegada del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI) de la provincia de Catamarca. Grandiosa escuela de políticas de inclusión.

También ejercí como directora del Hogar de Protección por Violencia de Género, al que propuse llamar “Warmi”, que significa mujer en idioma Cacano o Diaguita.

Pero haber transitado por la Escuela Nº 369 de Las Juntas, en zona desfavorable, pluriañoSistema de escuela rural en zonas de difícil acceso o desfavorables en el que un docente trabaja con más de un grado. fue especial. Asumí como personal único con un total de dieciséis alumnas y alumnos que asistían desde primero a séptimo grado. La misma estaba inmersa en una población de quinientos habitantes que se dedicaban a los trabajos de campo o eran empleados de la Municipalidad. Entre las innumerables anécdotas, elegí la que voy a relatar.

A los cuatro alumnos de un puesto que vivían a diez kilómetros, un vehículo de la Municipalidad los traía y llevaba. Sus edades oscilaban entre cinco y diecinueve años. Ariel iba a jardín y Sofía, su madre, cursaba segundo grado. Nuestras charlas eran únicas, me hacían sentir la “humanidad” de los animales y los árboles.

Recuerdo el relato de la perra madre, cuyo oficio era acompañar a los hombres al campo y luchar si eran atacados por los leones. Esta perra era un ser muy importante en la familia y además era gran adiestradora de sus cachorros en la lucha.

Estaba también la vaca a la que la llamaban Luna, productora de hermosos terneros y líder de otras vacas. Me fascinaba escuchar los relatos de como jugaban con los terneros, a los que le asignaban un nombre. Me hablaban del carácter, gustos o preferencias, color, miradas y picardías de estos animales. Los escuchaba y los imaginaba. Hasta que un día les dije que iría a conocer a esos seres tan importantes en sus vidas.

Y entendí que no era fantasía. Eran así, admirados y amados.

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