Navegando el Paraná

Mujeres de Rosario

Marta Ronga

Rosario, Santa Fe, Argentina

Nuestra ciudad es más bien convencional, de las que aspiran a sus mujeres en el hogar, los chicos en la escuela y los hombres en el trabajo. En el aluvión migratorio argentino, se forjó con las mujeres en los talleres de costura, en las fábricas textiles, baldeando zaguanes propios o ajenos y con aquellas que, con o sin elección, enriquecieron desde las camas de las casas de citas a los dueños de los cafetines de Pichincha.

Mujeres anónimas, con el afecto de sus seres queridos como destino, pago y razón de sus esfuerzos y agobios, las del trabajo invisible que se hicieron oír cuando explotaron como flores maduras dispuestas a sus libertades individuales y colectivas: la libertad de su cuerpo, de sus maternidades, de sus derechos cívicos y sus alarido de igualdades.

Sus voces reclamando justicia se mezclaron con otras tonadas: las que venían desde los campos blancos de algodón, desde los cañaverales dulces, desde los valles perfumados de uvas, de los telares de saberes indígenas. Mujeres que querían ser parte del mundo que les tocaba y salieron en busca de justicia, identidad, reconocimiento, amparo.

Esas mujeres temerosas de los múltiples miedos con los que fueron arrulladas y educadas desafiaron mandatos de virginidad, de obsecuencia, de sometimientos, de vida a puertas adentro, de ignorancia y rompieron ,con la fuerza de sus necesidades impostergables, los convencionalismos y llenaron con sus voces y sus cuerpos ,jóvenes o maduros, las calles. Opinaron y se organizaron para la acción directa.

Mujeres que aprendieron que entre muchas se puede más y mejor, participaron en la oposición política que el país gestó y ellas contribuyeron a sostener con sus fortalezas, sabidurías y sentido común.

Mujeres que se cuidaron unas a otras, se protegieron, se animaron. Mujeres que soñaban con una herencia invaluable para sus hijos: construirles un mundo mejor.

Mujeres a las que no se les ahorró nada: fueron acusadas, perseguidas, capturadas, humilladas, despojadas, exiladas, asesinadas, desaparecidas.

Mujeres que contaron que un pelotón que decía defender la patria y el orden establecido, les hizo perder la virginidad, jovencitas ultrajadas con ametralladoras en la vagina.

Mujeres en sillas de ruedas, con muletas, con pezones mutilados después de la tortura, ancianas a quienes expulsaron del país, como si no hubiese sido suficiente la matanza de su familia mientras ellas mismas estaban presas. Mujeres testigos de las agonías de sus parejas, mujeres anémicas de sangrar durante días, mujeres cuyos cuerpos no pudieron seguir albergando la vida de sus embarazos.

Mujeres prisioneras que, en sótanos o cárceles legales o clandestinas, siguieron pariendo y acunando hijos hasta cuando las dejaron.

Niñas que se hicieron mujeres dentro de las cárceles, sorprendidas de su estatura en algún reflejo. Mujeres rapadas, uniformadas, insultadas, desnudadas.

Miles de mujeres transitando las mismas baldosas por la geografía argentina a quienes se les prohibieron los mismos cielos, aisladas en las mismas celdas, censuradas de los mismos ideales, amenazadas de las mismas muertes.

Mujeres que fueron saqueadas de su pudor, de sus afectos, de sus hijos y hasta de su vida.

Mujeres que hicieron conocer al mundo el sentido legítimo de la maternidad con su lucha por verdad y justicia para todos los desaparecidos.

Mujeres que siguen batallando, esperanzadas defensoras de garantías, ejemplo cotidiano de que otro mundo es posible.

Ellas supieron y saben resistir en las adversidades, se levantaron y se levantan después de las caídas, buscan las razones de los fracasos y con su fortaleza atraviesan las miserias, las impunidades.

Mujeres solidarias con las luchas necesarias, valerosas vencedoras de los miedos que acobardan.

Mujeres comprometidas para siempre con el mundo de los vivos, que se mueven y forman huellas, historia, presente y porvenir.

Mujeres cuyo grito, lucha y fuerza nos alcanza hoy todavía.

Esas mujeres construyen futuro con su modesto e inclaudicable día a día porque saben que de eso se trata la vida.

8 de marzo de 2006. En homenaje de aquellas mujeres hoy vivas, asesinadas entonces o desaparecidas todavía, hacemos memoria. Todas ellas son testimonio de las luchas y represiones que forman parte de Rosario.

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