Andes, Pampa y Patagonia

Niquixao, mi lugar

Emperatriz Márquez

El Rodeo, Catamarca, Argentina

Tal vez lo haya habitado en otras vidas, mi genética lo reconoce como lugar territorio de mis ancestros, ya que los antiguos habitantes de estas tierras pertenecían a la etnia diaguita. Catamarca fue habitada por estos pueblos originarios y pertenezco a la quinta o sexta generación por herencia de mi madre. Una gota de sangre corre en mí ya mixturada con la española.

Niquixao significa en lengua cacaná “pueblo de nubes bajas” por su altura y porque siempre o casi siempre hay neblina. Sus actuales habitantes lo rebautizaron como El Rodeo, pueblo de tres ríos que lo rodean y cuatros cerros que lo guardan, lo abrazan.

Para mí es un lugar energético que se remonta a antes de mi nacimiento. Mis padres construyeron una casa de piedra y adobe con el río Los Nogales al frente. Allí disfruté todas mis vacaciones de verano y sus cerros, el río, las frutas de ciruelos, manzanos, peras, uvas, membrillos, nueces, los dulces caseros y la paila -olla grande de cobre donde se cocina el dulce- que nos turnábamos para revolver recibiendo como premio el disfrute de la raspa -modismo del norte argentino, se dice cuando se saca con una cuchara restos de comida de la paila. El burro era mi transporte y mis hermanos lo enlazaban para tenerlo en casa.

Durante la adolescencia se sumaron las serenatas y los amores, excursiones a puestos y caminatas y también el baile en el club.

¿Por qué elijo hablar de este lugar? Porque fue este lugar, inmerso en la naturaleza y con la belleza de su paisaje el que me acompañó en los silencios y las noches de Devoto. Fue la evasión consciente de atravesar rejas y distancias, de transitar la libertad con mis pensamientos.

Desde hace treinta años decidí que es mi lugar para vivir, morir y renacer. También de encuentro con amigas y compañeras, aquelarres de brujas transgresoras y goce de nietas y nietos. Hijas, hijos y hermanas.

Hicimos muchas cosas, desde talleres de rock and roll, de zambas, de cosmetología, de canto y vocalización, de yoga, de liberación y hasta charlas políticas. Y también metafísica. Del mismo modo, fue lugar de terapia familiar ya que las voces y opiniones siempre han sido de gran ayuda entre nosotras, porque aprendimos a escuchar y también a opinar y ayudar.

Esta leyenda se encuentra en el ingreso: “Esta casa, en este lugar, fue construida con mucho amor… amor de madre, hija, hermana, amiga… La puerta está siempre abierta… cuide usted no cerrarla”. Remonta antes de nacer.

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