Navegando el Paraná

No nos jubilamos

María Graciela Fransen

Posadas, Misiones, Argentina

Salí de la cárcel de Villa Devoto el 30 de agosto de 1978 con opción a España. Libertad y exilio forzoso, luego del Mundial de FútbolCopa Mundial de la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA). En 1978 se disputó el torneo en Argentina en el contexto de la dictadura cívico militar. Este evento popular fue utilizado por el gobierno de facto para ocultar y silenciar los crímenes de Lesa Humanidad que cometían en el país. Asimismo buscaba presentarse frente al mundo como un gobierno que respetaba las garantías constitucionales. El torneo fue ganado por el selaccionado argentino, con muchas dudas sobre la legitimidad de algunos encuentros. en Argentina. Comenzaba otra etapa de mi vida, de mi militancia: a los veintitrés años estaba sola en Madrid. Inmediatamente, me incorporé a la Comisión de Solidaridad con los Presos Políticos Argentinos (COSPA) y a la Comisión de Familiares de Detenidos Desaparecidos (COSOFAM) denunciando el asesinato de mi hermano mayor. Se llamaba Luis Arturo Franzen, tenía veinticuatro años, y fue asesinado en la Masacre de Margarita BelénLocalidad argentina de la provincia del Chaco ubicada a 21 kilometros de la ciudad de Resistencia. El 13 de diciembre de 1976 un grupo de aproximadamente veinte militantes detenidos en cárceles de la ciudad de Resistencia y de otros centros clandestinos, fueron torturados y fusilados. El operativo estuvo a cargo del Ejército y la policia del Chaco., en Chaco, el 13 de diciembre de 1976, junto con veintidós compañeros del litoral argentino. Tres meses después, me sumé a la contraofensiva montoneraAcción de la organización Montoneros entre 1979 y 1980 que consistió en el retorno en forma clandestina a la Argentina de militantes que estaban en el exilio. para regresar al país y acompañar la resistencia a la dictadura.

Secuestrada por tercera vez, en la ciudad de Buenos Aires, el 7 de julio de 1979, no descubrieron mi identidad y me dejaron libre. Estaba desconectada de los compañeros y trabajé como empleada doméstica -cama adentro- para juntar dinero y salir nuevamente al exilio, esta vez a Brasil. Volví a mi ciudad natal, Posadas, Misiones, el 10 de enero de 1984, día que mi hermano Arturo hubiera cumplido treinta y dos años.

Me incorporé inmediatamente a la COSOFAM de Misiones que con el compañero Juan Figueredo habíamos fundado en enero de 1975, cuando tuvimos el primer preso político en la provincia.

El 3 de febrero en una conferencia de prensa organizada por el Ministro de gobierno doctor Ricardo Argañaraz y la comisión de familiares denuncié la persecución a mi familia. De los diez fuimos secuestrados siete, incluidos mi papá y mi mamá. Solo dejaron en casa a mis hermanitas de diez y catorce años con una prima que vivía con nosotros. Esto fue luego del segundo allanamiento, el 19 de mayo de 1976.

El primero había sido el 19 de diciembre de 1975 a las 2 de la madrugada, cuando alrededor de cuarenta efectivos de las distintas fuerzas militares y de seguridad, algunos de civil y otros uniformados, buscaban a mi hermano Arturo, entonces presidente de la Comisión Pro Recuperación de Tierras de Posadas.

En aquella conferencia también denunciamos el asesinato y desaparición de diez compañeros, cifra que teníamos en ese momento. Ahora, por la investigación, sabemos que fueron más de setenta. Varios aún no denunciaron el asesinato o desaparición de sus familiares.

En nuestra provincia fuimos más de seiscientos presos políticos. Era tanto el miedo, que de los cuarenta sobrevivientes que nos comprometimos a denunciar, solo yo -embarazada de siete meses de mi primera hija- hice la denuncia pública. Y Luisa Lisboa de Leyes, también integrante de la comisión, contó el secuestro y desaparición de una compañera, Leonor Victorina Chervo de González, pero no pudo denunciar la desaparición de su hijo de la Juventud Universitaria Peronista (JUP) y el secuestro de su hija de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES).

También denuncié los lugares donde estuve secuestrada dos meses, los nombres de mis torturadores y responsables, quince en total. Al otro día, jueves de ronda en la Plaza 9 de Julio, uno de mis represores, Andrés Castillo -que se había recibido conmigo en la secundaria- fue a amenazarme. Lo miré fijo y le pregunté dónde estaban mis compañeros desaparecidos. Nombré a cada uno. A quienes denuncié fueron detenidos hasta la Ley de Obediencia DebidaLey N° 23.521, de 1987, que estableció que los delitos cometidos por miembros de las fuerzas armadas durante el terrorismo de Estado con grado inferior a coronel no fueran punibles por considerar que obedecian órdenes superiores. .

Cuando se creó la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH) fui designada secretaria administrativa por decreto, ya que el vicegobernador era integrante del Consejo de Presidencia, ocupando una oficina de la Dirección General de Cultura de la provincia, donde fui adscrita desde la Dirección de Ganadería. Me habían reincorporado al volver del exilio.

Fui cofundadora de la asociación Presencia por los derechos y la memoria. Con compañeros que tenían auto, visitábamos a los familiares invitandolos a participar de los actos para recordar el 24 de Marzo, la Noche de los Lápices y la Masacre de Margarita Belén. Así, fuimos juntando fotos de nuestros compañeros. Dediqué una pared de mi sala. Un día, mi hija mayor me dijo: “Mami, mis amiguitos me preguntan ‘¿quiénes son esas personas tan raras?’ Y yo les contesto que ‘son los muertos y desaparecidos de mi mamá’”. Desde 1984 hasta la fecha recorremos escuelas, universidades, barrios y sindicatos, hablando de Derechos Humanos (DDHH) y Memoria. También en los medios de comunicación.

Fui delegada del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), ad honorem, designada por el entonces presidente doctor Eugenio Zaffaroni, desde 2000 a 2007.

Luego fui adscrita a la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad Nacional de Misiones (UNaM), en el proyecto “Memoria y Derechos Humanos”.

El 4 de mayo de 2004, luego de una reunión del INADI en mi oficina, con la presencia de noventa y dos personas y tres de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI) se creó la Red de Abuelas de Plaza de Mayo. Desde entonces, venimos militando con Abuelas tres compañeras: Lucia Amarilla, Yolanda Urquiza y yo. Aún no encontramos hijos de compañeras desaparecidas pero sí de adopciones ilegales, muy común en nuestra provincia.

Soy empleada provincial desde los dieciocho años hasta la fecha, salvo durante la dictadura cívico militar. Fui delegada de la Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) en los distintos ministerios que recorrí en cuarenta y seis años de servicio. Además, varias veces fui secretaria de DDHH de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) de Misiones.

Participé en los Juicios por la VerdadJuicios realizados en distintas provincias para investigar hechos sucedidos durante el terrorismo de Estado, sin la posibilidad de condenar a los responsables debido a la vigencia de leyes de impunidad. La Ley de Obediencia de Vida N° 23.521 y la Ley de Punto Final N° 23.492, fueron ambas dictadas durante el gobierno de Raúl Ricardo Alfonsín. El 21 de agosto de 2003 el Congreso Nacional declaró la nulidad de dichas leyes. y los de Lesa HumanidadSe consideran crímenes de lesa humanidad a aquellos delitos especialmente atroces y de carácter inhumano, que forman parte de un ataque generalizado o sistemático contra una población civil, cometidos para aplicar las políticas de un Estado o una organización. Son imprescriptibles debido a su gravedad. realizados hasta ahora: en los cuatro juicios en Misiones, buscando a más de cien testigos. Sirvió la denuncia que hice en febrero de 1984 como prueba. Aunque muchos represores aún no han sido juzgados y varios ya están libres. También colaboré en la búsqueda de víctimas y testigos en el juicio a los responsables del establecimiento Las Marías de Virasoro, Corrientes, los dueños de la yerba y del té Taragüí, que persiguieron y secuestraron a toda la comisión directiva del Sindicato de Obreros Rurales y de la Industria de la Alimentación. Dos de ellos fueron desaparecidos. Todos eran muy cercanos a nosotros.

En el juicio por la Masacre de Margarita Belén en el Chaco tuve que contar quién era mi hermano y cómo eran los traslados de los prisioneros para demostrar que no fue un intento de fuga.

En junio de 2020, declaré en el juicio a los genocidas por las víctimas de la contraofensiva montonera ya que soy la única sobreviviente de 1979. Declaré en forma virtual desde el Tribunal Oral Federal de Posadas, Misiones.

Sigo visitando las cárceles, algo que hago desde los quince años. Acompaño a víctimas de juicios vergonzosos en esta provincia, donde se persigue al pobre, sobre todo a las mujeres como María Ovando, Miriam Bogado y Cristina Vázquez.

Pienso vivir hasta los noventa y nueve años disfrutando la vida, la familia, los amigos y las compañeras. Nunca me perdí una fiesta o un viaje. Y mi compromiso de siempre: no parar hasta encontrar a cada uno de los hijos apropiados y los compañeros detenidos desaparecidos ¡Y hasta que nuestros pueblos sean felices!

Como dijo un abuelito palestino cuando estábamos en Damour, Líbano: “Liberación a todos los pueblos oprimidos del mundo”.

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