Mabel Irene Fernández
Goya, Corrientes, Argentina
A los pocos días de que el gobierno dispusiera la cuarentena me preparaba para ir a almorzar con mis sobrines y sobrinietes. Vivimos en una especie de PH, compartiendo patio, así que hicimos un aislamiento comunitario. Aderecé una ensalada, desmoldé el postre, separé un vino y me fui a bañar y cambiar de ropa… mejor dicho: ¡pasar del piyama a un vestido!
Llegué y Paulina, adorada sobrinieta de trece años, me miró y dijo: “¿Dónde vas que te cambiaste?” ¡Bueno!, terminó de decir eso y ya me estaba riendo, es que en cuanto la escuché evoqué la Alcaidía del Chaco. En noviembre del ’76, casi un mes después de mi secuestro, me llevaron a la Alcaidía y me metieron en una celda con compañeras. Mi recuerdo refiere a ellas, las compañeras.
Llegó la hora del almuerzo y las vi cambiarse, ponerse sus mejores pilchas y partir hacia el comedor. Yo las miraba y sinceramente me parecía que estaban locas: acababa de llegar del regimiento de Goya, de las sesiones de tortura, de la incertidumbre del momento siguiente. No entendía nada. Recuerdo sobre todo a la Negra Elsa, que tenía un porte impresionante. Aún me parece verla dirigiéndose al comedor con un vestido azul y un aura de triunfadora ¡Al comedor de una cárcel! Hoy me sonrío al contarlo, pero pasó poco tiempo para que yo entendiera y asumiera esa “locura” salvadora que nos ayudó a sobrellevar el encierro y salir en libertad con una sonrisa, como las compañeras de la foto.
Hoy, desde los medios nos proponen estrategias para superar este período de cuarentena. Nosotras, por militancia, por resistencia, por sentido común, ¡yo qué sé!, ya las practicamos todas ¡Y aquí estamos, juntas, trabajando este libro!
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