Bonaerenses

Otros hilos de la trama

Estela Cerone

Azul, Buenos Aires, Argentina

–¿Te vas en libertad?

–Sí, vigiladaRégimen de libertad con controles periódicos ante la polícia local a los que fueron sometidos los presos políticos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN)., aún no tengo la fecha, espero.

–Bueno, veamos qué dicen las cartas del tarot.

Que estaba ansiosa, estaba ansiosa, a qué dudarlo. No era muy aceptado en el “medio” esto de ver el futuro pero en 1982 ya quedábamos pocas en Devoto. La cumpa era nueva y qué iba a perder.

–Te va a ir muy bien, muchos chicos. Siempre rodeada de chicos y vas a viajar mucho, aviones, y cruzas el mar, lejos vas a viajar, muy bien ¿En el amor? ¿A ver en el amor? Mmm. No, feo… feo… acá hay una mujer, te va a hacer la vida imposible. No, acá veo muchos problemas.

Creer o reventar, como reza el decir popular, la pegó. La mujer me hizo la vida imposible, me separé a los pocos años, pero quedaron dos hijos divinos, tesoros, alegría de la vida. Martín y Tetel.

Cuánta razón tenía, la Gallina, una carcelera que no nos dejaba ir a colgar los calzones al lavadero en los engomes.

–Celadora, ¡usted no nos da un momento de felicidá!

–Señora, ¡nunca hay felicidá completa!    

En efecto, nunca hay felicidad completa, algo así como “una de cal y una de arena”. Llegué a Azul a vivir mi vigilada y fueron seis meses casi, los más angustiosos de mi vida. La cana que me hacía sentir su vigilancia, el lugar donde estaba me demostraba que no era como creíamos -que con la palabra se cambian realidades- y estaba en Azul. Mi pasado “terrorista” era muy fuerte, puertas que no se abrían, rumores, calumnias, nada que ver con el recibimiento de luchadora popular imaginado. Cuando me mandaban al chanchoCelda de castigo en la jerga carcelaria., en soledad, veía a las masas viniendo a rescatarnos y yo, desde algún balcón carcelario, arengando sobre nuestra “gloriosa historia”.

Hasta que un día de febrero de 1983, timbre, una piba en moto:

–Hola, ¿vos sos Estela Cerone? Hay un cargo de maestra de música en la Escuela 504, ¿lo tomás? 

La cuerda que esperaba. No la que me estaba ahorcando, la otra. Tomé con las dos manos la cuerda y empecé a trepar como escalando el Aconcagua: viento, frío, sol, aguaceros y mucha luz, siempre al final.

Estuve cuatro años en esa escuela especial, estudié mucho. De ahí a maestra de música en primarias. Luego llegué al secundario, a los adolescentes que me enamoraron. Profesora de Literatura, pero antes profe de música en la Escuela Normal de Azul, toda una institución. Empecé con seis horas y terminé con treinta y seis, en casi todos los cursos. Profesora de piano no alcanzaba, entonces empecé la carrera en el Conservatorio Provincial de Olavarría de Maestra de música. Se me abrió un mundo nuevo. Conocí a un profesor de Historia de la Música que me recordaba lo que había leído intra muros: Historia social de la literatura y el arte, de Hauser. Con el tiempo me enteré que era un compañero. Y dos más que venían de Buenos Aires, que me cambiaron la cabeza. Estudiar, viajar tres veces por semana los 40 kilómetros de distancia, producir, dar clases y criar a mis hijos. Todo junto y al mismo tiempo. Lo pienso y me parece imposible: llegar a las doce de la noche y buscar a mis pichones dormidos para llevarlos a casa y, al otro día, ¡a las seis, arriba!

Siempre recuperando historias que me hicieron feliz, como haber cantado en coros cuando niña, en Tandil. Y qué decir en la cárcel, nuestros coros. Por eso, más de veinte años de mi vida dirigí coros de niños, de jóvenes, ¡de vascos, que va! La emoción de la armonía, del construir con otros, nadie es más que nadie. Clasificar e ir a los Torneos Juveniles Bonaerenses con cuarenta pibes, mis hijos entre ellos, ¡y volver con todos! No fue fácil. Al finalizar la competencia asegurábamos que no volveríamos, habían estado fatales. Pero, la reincidencia siempre fue lo mío. 

El año 1988 fue crucial: se abrió la Escuela de Estética de Azul y concursé por la dirección. Fueron los veinte años en que pude, con un grupo de docentes, pibes y padres maravillosos, mostrar para qué puede y debe servir la educación. El protagonismo de la institución hizo que se me invitara a distintos ámbitos. Así formamos el Concejo Provincial de la Mujer e inauguramos la filial del Sindicato Unificado de Trabajadores de la Educación de Buenos Aires (SUTEBA). La vida cultural me iba a presentar otros desafíos. 

Cuando en 2007 Azul es designada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCOOrganización de las Naciones Unidas para la educacion, la ciencia y la cultura. Organismo especializado de las Naciones Unidas. Se fundó el 16 de noviembre de 1945 con el objetivo de contribuir a la paz y a la seguridad en el mundo mediante la educación, la ciencia, la cultura y las comunicaciones.) sede Castilla-La Mancha, como Ciudad CervantinaAsí fue declarada la ciudad bonaerense de Azul, por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), ya que tiene la colección más importante de América del Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha. de la Argentina, me metí de lleno. 

Corría el año 2011, el Frente para la Victoria ganaba el municipio, y me ofrecieron la Secretaría de Cultura y Educación. De peligrosa terrorista, a secretaria. Si desde la escuela pensaba en “transformar el mundo”, ¿qué no intentaría desde este lugar que me desafiaba? El municipio fue invitado a un encuentro de hermanamiento y suplanté al intendente. Ahí estaba, en Biarritz, Francia, representando a los azuleños, a todos, con ministros y gobernadores. Nunca me olvidaba de Devoto ¿Qué hace una chica como yo en un lugar como este? Y la Ciudad Cervantina me tuvo ahí, trabajando con escuelas, con la comunidad y de pronto, cuando concejal, -no dije que en 2013 asumí como concejal- me ofrecieron la coordinación del Festival Cervantino de la Argentina. Cuando se propuso el hermanamiento de las ciudades Cervantinas del mundo ahí fui, representando a esta ciudad, a Alcalá de Henares. De la celda de Devoto, del colchón retirado a las 6 de la mañana en el chancho a dormir en la Universidad de Alcalá, donde entregan los premios Cervantes. Y a mirar los mismos muros que miraran Lope de Vega o San Ignacio de Loyola. Fue en 2016. En 2018 se realizó el segundo encuentro, esta vez en Ciudad Real, y ahí nuevamente participé hablando por esta ciudad junto con representantes de dieciséis ciudades de España y del mundo. Lo digo y parece una ironía. 

Dicho así, todo de corrido y todo apretadito, parece fácil. Pero, ¿saben cuántas veces repetí la sabia sentencia de Laura Claros?: “Si no nos mató Videla(1925-2013). Jorge Rafael. Dictador y genocida, condenado varias veces por delitos de Lesa Humanidad. Presidente de facto argentino entre 1976 y 1981., no me va a matar…” e iba completando con los múltiples, diversos e incontables momentos en que la angustia parecía ahogarme. Claro que soy fan del Quijote y lo copio al decir: “Cambiar el mundo, amigo Sancho, que no es locura ni utopía sino justicia“. En esa anduve y ahí me van a encontrar, tejiendo redes, desde la cultura, apostando al buen vivir, con el sueño de tantos compañeros que también lo soñaron. 

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