Julia Giganti
El Bolsón, Río Negro, Argentina
Soy Julia Giganti, porteña de nacimiento, detenida en Mar del Plata y, desde hace casi diecinueve años, vivo con mi familia en el sur, en la Comarca Andina del Paralelo 42. Quiero contarles cómo fue que se dio esta oportunidad.
El 23 de febrero de 2002 nació en el sur nuestro primer nieto, Fermín, sietemesino él. Vivir en El Bolsón era un deseo que Gretel, la hija mayor, había concretado hacía pocos meses, después de quedar embarazada. En ese tiempo nosotros vivíamos en San Fernando, provincia de Buenos Aires. Así que, más rápido que volando, preparamos valijas, revisamos el coche y reubicamos a las hijas que quedaban, porque nuestro hijo menor también venía. Nos separaban dos mil kilómetros. Pernoctamos en Piedra del Águila, por más que el abuelo pretendía llegar ese mismo día y fuera a toda máquina por la ruta.
Anteriormente, a fines del año 2000, Gretel nos había propuesto compartir, sumando a otra pareja, la compra de un terreno en Mallín Ahogado para instalarnos en El Bolsón a fin de autoabastecernos y producir. Resultaba interesante, pero… el momento económico era inestable. Cavallo tomaba medidas que agudizaron la dolarización de la tierra. El proyecto quedo stand by y ahora nosotros estábamos allí por este hermoso y adelantado acontecimiento. No conocía el lugar, todo era nuevo.
Nuestra idea primera era quedarnos diez o doce días, pero puestos en conocimiento que sería posible tener trabajo en la docencia, extendimos unos días más para confirmar la información y ver requisitos para el cambio escolar de nuestres hijes. En provincia de Buenos Aires regía la exigencia de ingreso a la docencia antes de los cuarenta años y nosotros teníamos cincuenta y seis y cincuenta y cuatro. Habían pasado veinte años desde nuestra liberación y aún no habíamos podido establecernos laboral y habitacionalmente. Si bien en los diferentes lugares donde vivimos no perdíamos oportunidad para relacionarnos y colaborar social y políticamente, en ningún lugar estuvimos más de cinco años. Desde que nacieron nuestres hijes menores tuvieron muchos cambios de escuela y por lo tanto de círculo social. Se presentaba la oportunidad de reunir la familia en un lugar bello y en forma estable. Volvimos a nuestra casa para organizar papeles y mudanza y a fines de marzo estábamos volviendo para instalarnos.
La docencia rionegrina había sostenido una fuerte lucha durante todo el año 2001. El ciclo escolar se regularizó en mayo 2002 y nosotros tomamos cargo y horas en las asambleas. Ingresé en la Escuela Especial y allí conocí su realidad. Única en la comarca, hacía catorce años que funcionaba erráticamente y como podía, ante la indiferencia de los gobernantes.
La escuela se había iniciado gracias a la movida de los familiares y aún no tenía ninguna infraestructura propia ni alquilada. Comenzó instalándose en un hotel abandonado y muy deteriorado, luego pasaron a dos departamentos del plan social, de dos ambientes cada uno ¿Cómo se puede llevar adelante la tarea en estas condiciones? Ni hablemos de niñes con dificultades motrices.
Desde hacía un tiempo venía funcionando en una vieja construcción. Sus paredes húmedas no resistían la inclemencia del clima invernal… los baños se inundaban. Dijimos que en esas condiciones no se iba a trabajar. Los arreglos solicitados recibieron como respuesta solo parches y al mes quedó demostrado.
Todo daba cuenta del lugar en qué se ponía a la enseñanza y, particularmente, a les niñes discapacitades. Ante la falta de respuesta, docentes y comisión de padres y madres acordamos iniciar una fuerte demanda. Priorizamos la difusión de la situación, ya que entendíamos la necesidad del acompañamiento social. La idea que nos sustentaba era el derecho a la educación. Comenzamos con presencia en los medios que nos daban lugar, tanto locales como provinciales. A fines de junio nos ofrecieron acondicionar el gimnasio para nuestro funcionamiento mientras se reconstruía el edificio. Se aceptó, pero a la semana quedó claro que eran solo promesas. Nada indicaba que estaban trabajando, no había presencia de ningún responsable del departamento de Infraestructura ni planos…
Nosotres estábamos muy acompañades por las familias, nos sentíamos fuertes. Propusimos y acordamos con elles no retornar a clases después del receso invernal y utilizar el tiempo laboral en nuestra lucha. Así lo hicimos. Iniciamos una juntada de firmas complementándola con presencia callejera, montando talleres de arte en la plaza principal mientras panfleteábamos. Convocamos a marchar con nuestra murga por las calles céntricas consiguiendo mucha participación de escuelas y de la población en general. El problema quedaba expuesto. Fue así que se consiguió respuesta: se presentó una arquitecta y los movimientos del lugar daban cuenta del inicio de la obra. Retomamos el ciclo escolar y hacia fin de año hicimos la fiesta de inauguración del edificio, invitando y teniendo la presencia de todes los que nos apoyaron.
Ganamos la batalla no solo porque tuvimos la infraestructura sino porque el protagonismo de todes demostró las posibilidades de nuestres estudiantes. Nuevos proyectos se llevaron adelante: la murga callejera tiene su presencia anual en noviembre, con el acompañamiento de una o dos escuelas invitadas. Hacia septiembre se lleva adelante la muestra de arte -de puertas abiertas- con las distintas producciones realizadas por los talleres durante el año.
En lo que respecta a les compañeres de la Escuela Especial, fue la posibilidad de valorar la fuerza de la unidad en la defensa de los derechos.
Es importante recordar que el año 2002 fue difícil económicamente y acá, en estos lugares conocidos como el “paraíso”, no estábamos exentos. Empezamos a percibir parte de los sueldos con Lecop (Letras de cancelación de obligaciones provinciales), al tiempo que se instalaron ferias de trueque.
La docencia rionegrina venía de mantener una larga lucha durante todo el año 2001 y los resultados obtenidos no eran los anhelados. Esto había dejado en ella un sabor amargo y mucho descreimiento en el gremio.
Las diversas experiencias de compromiso, social y político, que teníamos favoreció nuestra incorporación a les grupes sociales. Es así como, paralelamente a la lucha para lograr la construcción de la Escuela Especial, con mi compañero, profesor de Historia, nos afiliamos a la Unión de Trabajadores de la Educación de Río Negros (UnTER), el sindicato docente rionegrino. Esto nos dio la oportunidad de conocer a compañeres que sabían sobre la realidad provincial por haber participado de luchas y haber obtenido la personería jurídica del gremio en 1974. Establecimos relaciones que renovaron nuestras energías. Comenzamos a colaborar y en próximas elecciones nos convocaron para ocupar cargos en la conducción local.
Hemos participado, con diferentes responsabilidades, en varias conducciones; incluso, siendo jubilados. En su momento sumamos nuestro gremio a la conformación de la Central de Trabajadores de la Argentina (CTA) regional Andina. Fue una experiencia intensa y enriquecedora. En 2014 pensamos que debíamos pasar a otra etapa y colaborar sin responsabilidades de cargos. Pero esa es historia para otro libro.
Etiquetas: ACTIVIDAD GREMIAL, EDUCACIÓN