Estela Julia Robledo de Pittuelli
Torino, Italia
Llevo años trabajando en la Pastoral de Inmigrantes en Torino, Italia. Este trabajo me ha permitido hacer del exilio un lugar para ayudar a otras personas tan parecidas a “Nosotras” en esa situación de vulnerabilidad, como cuando estuvimos presas por nuestras ideas políticas en la Unida Penal Nº 1 de Córdoba y en la Unidad Penal Nº 2 de Devoto.
En la Pastoral hay operadores de diferentes idiomas que, cual Torre de Babel, hemos de entendernos para poder ayudar con las necesidades de cada uno. Lo más importante es regularizar la situación personal de los migrantes: algunos se ocupan de la parte legal y otros escuchan sus desventuras, sus dolores, sus problemas.
Hay quienes reestructuran, modifican o preparan casas para los recién llegados, que generalmente lo hicieron en barquitos y carecen de todo. Los acompañamos, les enseñamos el idioma, gestionamos los permisos escolares y les ofrecemos la posibilidad de aprender un oficio.
En el Área Mujer trabajan chicas jóvenes: escuchan por primera vez a las mujeres que se presentan y las entrevistan para hacerles su currículum. Si ven o presumen problemas entran en juego mujeres mayores, porque muchas de las inmigrantes han sufrido o sufren problemas de violencia en el trayecto del viaje o en casa con los maridos.
Mi trabajo, en todos los años anteriores, fue ocuparme de ver cómo solucionar la problemática de salud o de incapacidad motora, psíquica o mental. Para eso, tuve que entrar en la parte legal y empezar a trabajar con policías que se ocupaban de los permisos de estadía o renovación. Tuve que aprender a hacer redacciones escritas para presentar a la policía, pidiendo clemencia en los casos de enfermedades que provocan invalidez. Esto me llevó a tratar personalmente con jefes, siempre declarando que era parte de la diócesis porque para ellos tiene más valor que una simple asociación. Así, me tuve que poner en contacto con médicos que representaban al Estado y que debían ver a las personas para adjudicar o no un certificado de invalidez y, de este modo, llevar a los servicios sociales para que se ocuparan del caso específico.
He salido a buscar dinero, casa, remedios, todo lo que podría hacer falta y esto me ha sido permitido sin preguntarme si tenía fe católica, apostólica o romana ¡He conocido otras realidades que trabajan socialmente para tantas personas! Puedo decir que mi experiencia de presa sirvió para darme cuenta de que nada se obtiene sin hacerlo en grupo.
Este último año, debido al desgaste psíquico y físico, me he ocupado de enseñar costura a mujeres de todas las nacionalidades: nos hemos divertido mucho, han aprendido a coser y yo he aprendido que el centímetro en los países de habla inglesa tiene medidas diferentes, que ellas cosen con hilo doble para no tener que enhebrar tantas veces y que no usan anteojos porque en sus países son caros. Me han enseñado, por ejemplo, que en Nigeria es costumbre que el día de la boda todas las mujeres amigas se vistan con la misma tela y no con un vestido blanco porque las amigas son más importantes.
He aprendido mucho, mucho y la Misa de los Migrantes ha sido una experiencia muy intensa para los italianos . El video refleja su alegría. Eso nos hace comprender que es posible un mundo en donde lo importante es pensar en el otro como si fueras tú. Debo decir que aquí la izquierda no hace mucho, porque casi no existe y porque piensa que todo es siempre cuestión de dinero.
Alrededor de la Pastoral se mueven unas trescientas personas y solo quince perciben salario. El resto somos voluntarios como Daniel -mi compañero-, que también fue prisionero político en Argentina. Ya jubilados, no nos queremos rendir y nos sabemos útiles por nuestro conocimiento y porque también fuimos migrantes.
Como dice el poeta uruguayo Mario Benedetti:
Me sirve cuando avanza
la confianza
me sirve tu mirada
que es generosa y firme
y tu silencio franco
si me sirve.
Me sirve tu futuro
que es un presente libre
y tu lucha de siempre
si me sirve.
Gracias por tanto.
Etiquetas: DERECHOS HUMANOS, EXILIO