Navegando el Paraná

Pinceladas

Lidia Inés Subovsky

Concordia, Entre Ríos, Argentina

Salida

27/12/1983. Penal de Ezeiza. “¡Subovsky!”, gritó una bichaApodo con el que las presas políticas de Villa Devoto se refieren a las celadoras del Servicio Penitenciario Federal.. A partir de ese momento pasillos, rejas que se abrían adelante y rejas que se cerraban detrás de mí. En una oficina estaba un penitenciario con un uniformado que me dijo: “Lea y firme”. Leí: “Bla bla bla… se haga efectiva la inmediata libertad… bla bla bla“. Y escuché: “Vaya a preparar sus cosas que se va, ya”. A partir de allí: abrazos, preparar el mono, llevar fotos, cuaderno, teléfonos de los organismos y la cartera tejida al telar que me regaló Stella y aún conservo. Más abrazos, lágrimas, compañeras que se quedaban, buenos deseos a los gritos, rejas que iban quedando atrás y ¡a la calle! Solo veía campo. “¿A dónde voy?”, pregunté. ”Siga hasta la esquina, doble a la izquierda -¡menos mal!- y siga hasta la estación”, me respondieron. Ezeiza y China territorios igualmente desconocidos, pero caminé, caminé y caminé.

En la estación, el quiosquero “supo” -como saben todos los que viven cerca de una cárcel- que no tenía un mango partido por la mitad. Nunca olvidaré su solidaridad: “Tomá dos fichas para el teléfono”. Llamé a la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDHAsamblea Permanente por los Derechos Humanos, constituida en 1975 y compuesta por sectores sociales, politicos, intelectuales, sindicales y religiosos argentinos.) y me vinieron a buscar. Memoria que falla: no recuerdo quiénes me buscaron ni cómo llegué a la Asamblea, solo sé que eran dos muchachos.

Llamada a la familia. Escuché: “¡Es Lidia! ¡Dice que está en libertad!” y me quedé escuchando el griterío, los llantos y la alegría de todos en la casa, en Concordia. Ninguno me hablaba, todos gritaban…  y al fin, la voz de mamá que nunca faltó a ninguna visita en esos siete años, seie meses y catorce días sin abrazos familiares.

28/12/1983. Conseguí una visita a mi compañero que estaba en Devoto y conseguí una pollera, porque no se podía entrar de pantalones a la cárcel. Entonces, hice el mismo itinerario que nuestros familiares por tantos años ¿Quién dijo que no se puede hacer el amor en una sala de visitas de una cárcel? Todo es posible con la emoción del ansiado reencuentro y tantas ganas acumuladas.

¿Víctimas, Héroes, Heroínas? ¿Los Mejores? ¿Sobrevivientes?

Salimos en libertad y volvimos a la vida común y corriente, como tienen todos los mortales.

“Nos detuvieron en…”, “Pasamos por…”, “Los milicos eran…”: cataratas de detalles sobre los casi ocho años vividos y pasados. Hablamos, contamos, explicamos e iniciamos juicio a los responsables.

Y Arnaldo, mi primo -ahora fallecido y que del envase de su alma, solo tenía normal su cabeza porque lo demás era chiquito, deforme e inmovilizado- nos dijo con su sabiduría abonada desde su silla de bebé y cama: “Ustedes recuperaron su libertad de andar, de moverse, de hacer. Yo estoy prisionero de mi cuerpo por todos los días de mi vida terrenal y nunca podré ser libre. Acepto mi realidad y desde ella vivo”.

Otro aprendizaje: no somos víctimas, no somos héroes. Nuestra historia no es la única historia de privaciones y dificultades. No hay una verdad única. Hay verdades. Somos seres comunes y corrientes con una de tantas vivencias particulares. Pero con una responsabilidad: ¡Sostener la memoria colectiva! ¡Por los 30.000!

Reverberancias

Dar testimonio. Una tarea de vida, un compromiso. Aportar a la memoria colectiva. NO al olvido. Verdad, entrevistas, charlas en las escuelas, en los profesorados, en otras instituciones, en cuanto espacio y momento se nos diera oportunidad.

Comparto esta entrevista, organizada por varios emprendimientos culturales asociados, que fue muy particular, conmovedora, inesperada para mí por su modalidad.

Según la descripción de los autores de este proyecto “Reverberancias comienza como un ciclo de ocho entrevistas a personas que a partir de su trayectoria, aportan cultural y socialmente a la ciudad de Concordia”. 

Agradezco a estos jóvenes que se permiten revisar, reflexionar sobre lo que vivimos en este contexto tan difícil, a veces tan confuso y con responsables desdibujados, con demandas diversificadas y nuevos derechos conquistados, con avances y retrocesos.

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