Alicia Ferrer
Gualeguaychú, Entre Ríos, Argentina
El 13 de enero de 1984 obtuve la libertad, mi título lo recibí el 28 de diciembre del mismo año y, al día siguiente, fui madre de Fernanda, mi primera hija. Volví a sentir que la esencia misma de nuestra generación se hacía presente en nuestro andar, como madres, militantes, trabajadoras y estudiantes.
Lo que me impactó fue que, luego de casi una década, aquellos que habían sido mis compañeros de estudios de la carrera de Trabajo Social -ya en ese momento, como parte de la Universidad Nacional de Entre Ríos (UNERUniversidad Nacional de Entre Ríos. Universidad Nacional pública. Fundada en 1973 como parte del «Plan Taquini», programa de reorganización de la educación que permitió la formación de Universidades en diferentes provincias del país. )- volvían a transitar los pasillos de la facultad en busca del título. La democracia se hacía presente en estos espacios, los viejos profesores también volvían a retomar sus cátedras. Ya no encontrarían en esta casa de estudio las tesis presentadas en los años ’70, como muchos textos, ya que el miedo, la persecución y las desapariciones de militantes habían actuado como autocensura de la época. Por lo tanto había que comenzar nuevamente a desgranar la teoría y la práctica que diera cuenta de nuestra realidad nacional y popular.
Eran tiempos difíciles, pesaban las cesantías laborales que el régimen nos había impuesto. Mi compañero Carlos había sido cesanteado del Banco de Entre Ríos y yo del Hospital San Martin de Paraná. Nuevamente la lucha en las calles y en los pasillos gubernamentales.
La militancia social y política volvió a apoderarse de mi vida marcando una senda. Por motivos laborales me trasladé a la ciudad de Rosario del Tala y aparecieron nuevos desafíos en el área de educación. Esto hizo que comenzara una actividad poco conocida para mí ya que no provenía del ámbito educativo. Pero rápidamente comencé a interiorizarme, sobre todo lo que tiene que ver con educación integral. En el final de los años ’80 estuve muy abocada al ámbito educativo y sus reivindicaciones gremiales. Fui congresal por el departamento de Tala, mientras continuaba los trámites para recuperar el cargo de Salud. Fue posible obtenerlo gracias a la lucha que se fue dando en los distintos ámbitos -como en las cámaras legislativas- y apoyada por los compañeros. Se arrancó al gobierno de Sergio Montiel -proveniente de la Unión Cívica Radical (UCR)- la devolución de nuestros puestos de trabajo.
Siempre mantuve la visión de transformar la realidad y desarrollé un fuerte trabajo con otros actores de la comunidad de Rosario del Tala. En la década del ’90 retomé mi cargo en el Hospital San Roque y esto permitió avanzar en ese sentido: conducciones provinciales, en la misma sintonía con un gobierno peronista, contribuyeron a poner en pie al hospital público de aquella ciudad, dejando de lado el cobro de plus y la mendicidad de muchas personas, que solo buscaban ser atendidos y curarse. El trabajo por esos años fue motivador: un quehacer conjunto con un grupo de agentes sanitarios de todo el departamento -a cargo por dos años del área de atención primaria- fue delineando una tarea con aquellas problemáticas que resultaban más resonantes, como violencia familiar y derechos de la mujer. Se creó el consultorio de Planificación Familiar, dependiente de la Asociación Argentina de Planificación Familiar, que contribuía con material anticonceptivo y de prevención de enfermedades de trasmisión sexual. Se realizaron nutridos e interesantes encuentros sobre la temática, cada consultorio era el encargado de llevar un registro de las situaciones tratadas, como de las mujeres en riesgo de abortar. Cada caso se trataba como un derecho y no criminalizándolo -práctica habitual en los ámbitos de la salud. La prevención de las enfermedades de transmisión sexual fue fundamental con la aparición del VIH SIDA, por el año 1992, cuando tuve la posibilidad de acompañar al primer paciente en estado terminal que llegó a nuestra ciudad con ese diagnóstico.
Recuerdo esa práctica -de los años ’90- como muy rica: siempre marcada por delinear derechos y pujar por ellos. Sin lugar a dudas, en mi caso, daba cuenta de una generación a la que no nos resultaban ajenos, los asumíamos y acompañábamos en la realidad cotidiana. Por esos años, los estudios de posgrado en Salud Mental en la Facultad de Trabajo Social de la UNER también marcaron una nueva visión.
En 1998 se sumó otro cambio de ciudad, esta vez a Gualeguaychú, Entre Ríos. Y se abrieron caminos cargados de nuevas responsabilidades en el ámbito público, en el área de Desarrollo Social municipal, con situaciones nunca vividas, como la crisis del 2001. Ahí se puso a prueba todo nuestro ingenio para sostener y contener a vastos sectores de nuestra población, sin trabajo y con hambre. La militancia y la entrega diaria con tantos compañeros hicieron posible que una vez más atravesáramos las dificultades que se presentaban.
Una nueva década marcó nuestra historia. Junto con organismos de Derechos Humanos (DDHH), entre ellos Madres de Plaza de Mayo de Gualeguaychú y los equipos de acompañamiento a la víctima de la Secretaría de DDHH de la provincia de Entre Ríos, transitamos los juicios a los genocidas, poniendo en marcha nuestro lema de “Memoria, Verdad y Justicia”. Me presenté como testigo en la causa Área Paraná.
Por esos años nuevas leyes marcaron fuertemente mi militancia por los DDHH y la Salud Mental. Entre ellas la Ley N° 26.657, promulgada el 10 de diciembre de 2010. Esto, junto con otros hechos, desencadenaron la conformación de un grupo de personas permeables a acompañar un proyecto que comenzó a delinearse con el aporte de una valiosa experiencia internacional. Hice una capacitación en Nueva York junto con otros dos compañeros.
Ambos factores, pero por sobre todo las condiciones objetivas y subjetivas que se vivian en nuestro país, fueron el móvil principal para que el 20 de abril de 2012 diéramos comienzo a la institución Casa Club de Gualeguaychú, destinada a la recuperación de personas mayores de dieciocho años con padecimiento mental.
En esta nueva actividad estuve acompañada por un grupo de compañeras y amigas muy contenedor y por mis tres hijos, Fernanda, Sebastián y Esteban, que hicieron propio el proyecto. Hoy seguimos bregando por más derechos junto al colectivo de usuarios y familiares y muchos actores más, formando parte como institución en el órgano de revisión provincial de la Ley de Salud Mental y adicciones.
Etiquetas: ACTIVIDAD COMUNITARIA, GÉNERO, SALUD