Las del puerto

“¡Prepare sus cosas!”

Irma Antognazzi

CABA, Argentina

En 1980 los militares empezaron a “otorgar libertades” los días patrios. Estaba en la lista del 9 de julio, con opción a salir del país. La puerta de la celda se abrió para mí pero quedaban Virginia, la Piri y Aurora. De todas las demás puertas cerradas escuché el grito de despedida de las compañeras. Viví una extraña mezcla de alegría y tristeza. Pasar la noche en Coordinación FederalCentro clandestino de detención ubicado en la Capital Federal argentina que desde 1974 y sobre todo a partir del golpe cívico militar de 1976 fue uno de los más activos. con ese frío de agosto y soportar el verdugueoModismo en Argentina que hace referencia al hostigamiento por parte de una persona que ejerce poder sobre otra. con el que pretendían atemorizarme, fue el último capítulo de la prisión. Fue surrealista que me llevaran en un auto a Ezeiza mientras el chofer oficiaba de guía turístico mostrando la autopista de CacciatoreOsvaldo Cacciatore (1924-2007), brigadier de la Fuerza Aérea e intendente de facto de la ciudad de Buenos Aires condenado por delitos de Lesa Humanidad.. También fue surrealista que la Policía Aeronáutica llevara mi valija y me condujera al avión de Alitalia. Había pasado unos minutos apenas con mi hijo.

Ernesto, que ya tenía seis años, estaba con mi padre, con Marta -mi hermana- y toda su familia y con los abuelos Zeppa y Mario. Las palabras y las miradas se chocaban y se besaban. Todos estábamos conmovidos. Ya no estaba en la cárcel, pero quería quedarme en esos abrazos calentitos, volver con mi hijo a casa, a mi ciudad con mi padre y hermana, mis sobrinos, quedarme en mi país. Pero no pude, solo pude elegir el lugar del exilio, gracias a mi padre que había gestionado mi doble nacionalidad y que hizo con mi hermana tantos trámites para lograrlo ¿Esto era la libertad?

La madrugada en que me detuvieron, en una celda de la Federal de Rosario buscando alguna señal de presencia anterior, encontré grabada en la puerta esta frase: “La libertad está de este lado” ¿Un preso puede haber escrito eso? La respuesta me la dio el carcelero al golpear la puerta amenazante ¡Claro! yo sé por qué me agarraron pero este tipo no sabe por qué hace lo que hace.

En medio del revoltijo de ideas, de la incertidumbre y del miedo a lo desconocido, ya con compañeras en el sótano de la Jefatura, leí por primera vez el concepto de libertad del marxismo ¡Vaya paradoja! Empezaba a descubrir esto de la libertad al estar en prisión. En la cárcel fui entendiéndolo mejor: conocernos y conociendo a quienes tenían la llave y daban las órdenes podíamos actuar con más éxito. Seguí pensando en aquella frase: claro, cuanto más se conoce el abanico de posibilidades que se despliegan en cada momento de la vida se adquiere más capacidad para decidir ¿No es eso acaso libertad? 

Descubrí que la libertad se construye en el proceso de la vida, que la libertad no es solo trasponer las rejas y tampoco hacer lo que a uno se le ocurre en cada momento. 

Desde el avión vi que Buenos Aires se alejaba. Fue difícil ese arranque del país, de los míos, de lo mucho que quedaba. Minutos en Dakar, ¿yo en Dakar? y la llegada a Roma, ¿yo en Roma? Mi hermano Aldo, con nuestra familia de Italia, estaba esperándome ¡Encuentros tan deseados! ¡Tan soñados! Una especie de perplejidad y hasta de confusión me atravesaba. En camino a Manziana me llevaron a conocer su huerta ¡La tierra! ¡Vi la tierra! Me saqué los zapatos y caminé descalza: cinco años sin pisar tierra, pisando pisos de cárcel.

En Roma me sumé a la denuncia sobre Argentina y sobre la cárcel de Devoto. Fui con la querida Lita BoitanoÁngela Catalina «Lita» Paolín de Boitano, madre de Miguel Ángel Boitano y de Silvia Adriana Boitano, quienes actualmente continúan desaparecidos. En 2013 fue querellante por la desaparición de su hijo en la Megacausa ESMA. Actualmente es Presidenta de la Organización de Familiares de Detenidos y Desaparecidos por razones politicas. a Caserta. Viajé a Alemania a la casa de Aldo y su familia ¡Cuánto disfruté con ellos ese reencuentro! Se sorprendían y hasta lográbamos reírnos con las anécdotas de la vida en Devoto. También denuncié en iglesias evangélicas de Aachen y Bochum. Volví a Roma y fui a vivir con Lucy Torres y su familia. Mi meta era regresar a Argentina.

Los abuelos Zeppa y Mario llevaron a mi hijo a Italia. Qué difícil vivir un exilio forzoso también para Ernesto, quien a poco de llegar cumplió sus siete años. Pero decidí aprender a vivir el exilio sin chocarme con esas nuevas rejas. Empecé a hacer limpieza en casas particulares y arreglos de ropa, juntando liras para vivir y no gastar la ayuda que me había dado mi padre, porque la usaría para salir de Europa ¡Me sentía tan lejos de Argentina! Mi táctica fue ir acercándome en tiempo y espacio al país.

Fui con mi hijo a México, todavía con esperanzas de que pudiera reencontrarme con Juan y lograr la fantasía de estar los tres juntos. Pero no se hizo realidad totalmente. Conseguí un buen trabajo en el Archivo General de la Nación. Después de la Guerra de Las Malvinas el país se acercaba a pasos agigantados. Viajamos a Brasil con otros compañeros. En medio del estudio de Marx, Engels y Lenin hacíamos empanadas para vender en las lojas de Embú. Y, además, yo bordaba unos tapetes por hora a destajo con una compañera. 

Fui combinando tantos factores desde Italia, México y Brasil que exactamente el día de las elecciones de octubre de 1983 llegaba a Rosario en bus desde San Pablo. Con el corazón en la boca pasé la frontera justo esa madrugada. Suponía que habían levantado el Estado de Sitio por las elecciones ¡Y estaba en mi país! Mi familia entera me esperaba. Los abrazos y otra vez una especie de escena surrealista: “Lo primero que quiero es ir a votar”, les dije. La democracia no era lo mismo que la dictadura.

¡Había vuelto a mi casa y a mi Rosario! Me costó al inicio. Para Ernesto también fue difícil. Su exilio en Italia, México, Brasil y la vuelta a Argentina significaron cambios de idioma, de escuelas, tantas movidas ¡Volver a la Facultad donde había cursado toda mi carrera y años de docente! Era un triunfo de la vida y de la historia, como dice la canción.

Volví en febrero de 1984 a la Facultad y al Instituto del Profesorado de Villa Constitución. Llevaba siempre puesta en mi mochila de la vida lo que había entendido sobre la libertad, eso de que el conocimiento ayuda a ser libre. La cátedra sería una herramienta valiosa para ser protagonista en la democracia que emergía de la oscuridad.

Olas de estudiantes habían esperado ese momento para volver a la Universidad. Me sentí con más entusiasmo que nunca. Volvía enriquecida con los años de exilio y de cárcel. Sabía que la historia no se repite, pero que era necesario saber de qué se trataba lo vivido aún con el dolor adentro, ese pasado y lo nuevo que vendría. Del pasado reciente no se hablaba, casi nadie se atrevía a poner sobre la mesa conceptos del materialismo histórico. Era como natural que se calificara a la dictadura como autoritarismo y que prendiese en algunos académicos la “teoría de los dos demonios”Concepción para justificar los actos de violencia y terrorismo perpetrados por las Fuerzas Armadas durante el terrorismo de Estado, queriendo equiparar sus acciones con las de las organizaciones político militares del pueblo.

Volver a la docencia en ese contexto fue la herramienta adecuada para reflexionar sobre ese pasado y ese presente, con la teoría mejor asimilada por la experiencia y el estudio. Los estudiantes me ayudaban a analizar la historia vivida y presente, a escuchar los miedos y a despertar las preguntas que quedaban escondidas. El concepto de libertad que llevaba conmigo me guiaba a abrir esas compuertas que nadie se animaba a abrir, al punto que la Cátedra de Historia para algunos debía terminar en el peronismo de los años ’50. Mi vida se fue robusteciendo al llevar adentro y en cada hecho la acción política, transformadora, la batalla cultural y la idea de que la democracia a secas no es suficiente, que hace falta pensar la democracia con adjetivo, la democracia del poder popular.

Nada pudo impedirme crear espacios novedosos. Así, nació en 1994 el grupo de trabajo Hacer la Historia, que no se sometió al Ministerio de Educación del gobierno neoliberal de Menem: sin subsidios y sin evaluaciones externas, pero sí de los participantes. Organicé diez Jornadas Nacionales y Latinoamericanas, hasta 2014, en diversas universidades públicas donde han girado miles de estudiantes y docentes de nuestro país, de otros de América Latina y el Caribe. A través de la cátedra y las Jornadas íbamos reafirmando colectivamente que la libertad es capacidad de decidir, de crear, de pensar, de producir conocimientos que se vuelquen en acción transformadora y conocer de avances y retrocesos en la dialéctica de la historia. Llevé la problemática de la historia presente y el presente de la historia de nuestro país a numerosos congresos nacionales e internacionales. En ese proceso descubrí que hay un derecho todavía taponado: el derecho a pensar para ser libre, el derecho a ser libre para pensar y hacer.

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