Revolución fusiladora

La autoproclamada “Revolución Libertadora” de 1955 decidió abandonar la Doctrina de la Defensa Nacional, vigente durante el peronismo, que consideraba como hipótesis de guerra la provocada por el enemigo externo.

Argentina se incorporó al Fondo Monetario Internacional (FMI), suspendió ciertos derechos de los trabajadores y dejó sin efecto la Constitución de 1949. De esta manera, volvió a estar en vigencia la Constitución de 1853, aunque debía incorporar el artículo 14 bis, donde se contemplaban conquistas obtenidas durante el período anterior, ya que estaban incorporadas por la población como derechos adquiridos.

El golpe en Argentina no constituyó un hecho aislado. Para la misma época se suicidó Getulio Vargas en Brasil, acosado por las infamias de sus enemigos políticos. Vargas implementó, a través de algunas políticas, un proceso similar al del peronismo. En Guatemala derrocaron a Jacobo Arbenz con activa participación de EEUU. En México y en Chile se dieron procesos similares, sin necesidad de golpes de Estado.

El gobierno militar prohibió los símbolos, imágenes y hasta las palabras relacionadas con el peronismo. Banderas, fotos, marchas partidarias, no podían ni siquiera mencionarse.

5 DE MARZO DE 1956. LA “REVOLUCIÓN LIBERTADORA” PROHIBIÓ MENCIONAR TODA EXPRESIÓN RELACIONADA AL PERONISMO

Con el liderazgo del general Juan José Valle, en la noche del 9 de junio de 1956 estalló, en varios puntos del país, un levantamiento cívico-militar contra Aramburu. El gobierno de facto lo supo con anticipación y pudo abortar la rebelión. Declaró la vigencia de la Ley Marcial, para poder aplicar la pena de muerte y ordenó el fusilamiento de treinta y ocho personas, entre ellas, el general Valle y un grupo de civiles que estaban detenidos. Los asesinatos a civiles se cometieron en los basurales de la localidad bonaerense de José León Suárez. La investigación del periodista y escritor Rodolfo Walsh permitió conocer estos hechos que luego relatará en su libro Operación Masacre.

La resistencia y el sindicalismo

Perón estaba proscripto y exiliado y los principales dirigentes, detenidos. Integrantes de la clase obrera conformaron los “Comandos de la resistencia peronista”; volanteaban, organizaban sabotajes en fábricas, colocaban explosivos -caños- fabricados por ellos. La consigna “Luche y vuelve” expresaba que solo por medio de la lucha se produciría el retorno de Perón desde el exilio. 

Se creó una nueva dirigencia sindical con mucho poder que representaba al peronismo sin Perón. El resto de los sindicatos, peronistas en su inmensa mayoría, constituyeron las 62 Organizaciones. Esta fue la primera entidad peronista legal desde la destitución de Perón.

A fines de 1957 se reunieron en La Falda, Córdoba, para elaborar un programa de lucha. Además de aumento de salarios, pidieron el control estatal del comercio exterior, la liquidación de los monopolios extranjeros de importación y exportación, reactivación del consumo interno, desarrollo de la industria liviana y consolidación de la pesada y expropiación del latifundio. 

En 1962, las 62 Organizaciones, sin participación de los gremios más numerosos, reunidos en Huerta Grande elaboraron una propuesta de diez puntos que exigía, entre otras demandas: establecer un sistema bancario estatal y centralizado, nacionalizar todos los bancos, nacionalizar los sectores claves de la economía -siderurgia, electricidad, petróleo, frigoríficos- y prohibir toda exportación directa o indirecta de capitales y expropiar a la oligarquía terrateniente sin darle compensación. 

La CGT realizó un congreso normalizador, en enero de 1963. José Alonso, dirigente del Vestido y miembro de las 62 Organizaciones, elegido secretario general, lanzó en mayo de ese año una semana de protesta contra la política económica del gobierno que incluyó reuniones públicas con estudiantes universitarios, federaciones patronales y miembros de la Iglesia, y que culminó con un paro general de 24 horas de alto acatamiento.

En 1964 se lanzó el Plan de lucha del movimiento obrero con fuerte repercusión nacional y surgieron los primeros grupos de resistencia armada en el norte del país.

John William Cooke, símbolo de la Resistencia Peronista, fue el primer delegado de Perón y el único designado su sucesor, en caso de que lo mataran. Vivió clandestino, exiliado, varias veces encarcelado. Tomando como referencia la revolución cubana, planteó una estrategia insurreccional para la toma del poder del Estado y, a pesar de que muere en 1968, sus ideas influyeron en el origen de las organizaciones guerrilleras peronistas que posibilitarían la vuelta de Perón a la Patria.

Doctrina de Seguridad Nacional 

La hegemonía de EEUU se consolidó en la región. Se crearon las condiciones políticas para la nueva división internacional del trabajo gestada al finalizar la Segunda Guerra Mundial. La penetración de capitales norteamericanos en el sector industrial redefinió el carácter de la industrialización en América Latina. En los países del tercer mundo, bajo influencia de EEUU, se aplicó la Doctrina de la Seguridad Nacional. Las fuerzas armadas debían vigilar las actividades políticas de la ciudadanía, reprimiendo las manifestaciones políticas “subversivas” y ejerciendo el control sobre la sociedad civil en general. La hipótesis de conflicto de la Doctrina de la Seguridad Nacional es el “enemigo interno”. Militares de los distintos países latinoamericanos eran entrenados con manuales de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en la Escuela de las Américas, en Panamá. Los instruían en técnicas de contrainsurgencia: tortura, infiltración, inteligencia, secuestros y desapariciones de opositores políticos.