Por el mundo

Un fino balance

Olga Chamorro

Toronto, Canadá

Hace poco leí el libro de cuyo título traducido al español sería “Un fino balance” (Mistry, Rohinton, 1995). Quiero hacer uso de ese título para describir lo que ha sido y es para mí vivir a cuatro mil millas de la madre patria. Alcanzar esta meta requirió encontrar ese fino balance entre un pasado tan rico de experiencias en Argentina, eso que llamábamos vida militante, y este mundo diferente.

Dejé una Argentina con movilizaciones, gente en la calle, discusiones políticas y llegué a Toronto con Tatiana, de cinco añitos, a fines de 1982. El bullicioso país, en un día radiante de sol, quedó atrás y nos recibió la nueva ciudad que apenas se percibía detrás de una lluvia fría, en un día gris. A pesar de todo, Toronto pintaba apacible y accesible. Pero esta temprana apreciación resultó un gran error. Solo el dominio del inglés lleva su tiempo y sin él es imposible conocer lo que realmente está ocurriendo acá.

Con el lento pasar de los años aprendí que las experiencias de vida y las exigencias en el norte tienen otros matices, otros tiempos y están llenas de retos como los que viví en Argentina. La de aquí es una sociedad más diversa y las luchas pueden requerir arduas y lentas negociaciones. Por lo general, se llega a lograr el cometido.

Soy Asistente Social. Trabajo en el Área de Protección del Menor en Toronto. Estoy a cargo de investigar las denuncias de maltratos y abusos físicos, sexuales, psicológicos y negligencia hacia los niños por parte de cualquier miembro de la sociedad: vecinos, maestros o familiares. En un gran porcentaje estas denuncias recaen sobre los familiares directos de los niños que se consideran damnificados, con ellas trabajo. En general, son catalogadas por sus pocos recursos económicos y son estigmatizadas y discriminadas. Algunas, por ser de color, sufren más aún la exclusión y la marginación social. Varias son latinoamericanas y no hablan inglés. Para trabajar con estas familias es necesario desempeñar diversos roles: abogar por sus derechos, ser traductor, explicarles cuáles son las leyes que rigen en el país y sus protocolos y enseñarles los distintos entramados existentes para acceder a apoyos y servicios del gobierno que podrían paliar sus múltiples carencias.

A nivel macro, a través de mi participación en distintos comités, la peleo para generar transformaciones políticas y sociales en diversos ámbitos. Hay tanto por hacer y cuánto placer me da poder compartir con colegas algo de mi camino andado. He trasladado la destreza adquirida de ese fino balance a mi profesión. Una tarea ardua y nada fácil.

A través de mi trabajo, fui invitada por la Universidad de Buenos Aires (UBAUniversidad de Buenos Aires. Universidad Nacional pública. Fundada en el año 1821. Es la mayor Universidad del país y está considerado uno de los centro más prestigiosos de América. ) junto con dos colegas, a un intercambio laboral en conjunto con los Servicios Sociales de Lomas de Zamora. El intercambio tenía como objetivo el estudio, la discusión y evaluación de metodologías de trabajo con familias en situación de pobreza aguda en ambos países. Los profesionales argentinos hicieron una pasantía en la Universidad de Toronto, interesados en conocer con más profundidad cómo se enfocaban en Canadá los tratamientos para trabajar con las adicciones al alcohol y a las drogas.

La síntesis de la experiencia es que la realidad de esos grupos familiares y de sus necesidades eran similares en ambos países: pobreza, aislamiento, indigencia, falta de empleo, abusos, violencia doméstica, adicciones y mucha intervención policial (detenciones y arrestos de menores). Una de las diferencias que observé fue que en Argentina se ofrecían servicios integrales en donde las necesidades psicológicas, educacionales, terapéuticas, legales, de vivienda y de apoyo en general, se cubrían en un mismo consultorio sin necesidad de que las familias tuvieran que dirigirse a diferentes dependencias del gobierno. En Canadá los servicios están más compartimentados: muchos se encuentran lejos uno de otro y, además, hay que hacer citas que llevan tiempo, a veces meses.

¡Qué experiencia más enriquecedora tuve! De regreso a Toronto junto a mis compañeras, dimos muchas conferencias en la agencia donde trabajo promoviendo la importancia de cambios similares a los que observamos en Argentina, contamos con la presencia de directores y supervisores. Quedé encantada con la metodología de trabajo que estaban usando.

Y en ese fino balance -a veces enfatizando mi presente más que mi pasado, otras más mi pasado que mi presente- cuando interpongo e intercambio experiencias y realidades, Argentina siempre está vigente, lo que fue y lo que no pudo ser. Es un constante devenir de retos superpuestos. “La realidad es la única verdad”, como siempre, tan puntual. Acá o allá los granitos de arena hacen la mar.

Y en ese balance fino está el compromiso con el pasado: mi participación en los juicios de Lesa Humanidad en el Chaco, como así también en el juicio de San Martín de la contraofensiva Acción de la organización Montoneros entre 1979 y 1980 que consistió en el retorno en forma clandestina a la Argentina de militantes que estaban en el exilio.. Las luchas continúan y, así, yo me mantengo viva.

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