Las del puerto

¿Y por qué no?

Liliana Vogler

CABA, Argentina

Alguien dijo de mí que era ecléctica. Lo cierto es que salí en libertad a un paso del levantamiento del Estado de Sitio luego de ocho años y dos meses de prisión. El mundo había cambiado y mi mundo se había desarmado: mis padres estaban en el exilio, habíamos perdido la casa en la que vivíamos en Río Cuarto después de dos bombas de la Triple AAlianza Anticomunista Argentina. A partir de 1974 este grupo parapolicial persiguió y asesinó a militantes políticos, abogados, sacerdotes, artistas e intelectuales. Luego, durante la dictadura cívico militar de 1976, formó parte de los grupos de tareas. (Alianza Anticomunista Argentina) y, al recomenzar en Buenos Aires, debí reinventarme en todo sentido.

Fue así que mi vida en libertad atravesó situaciones diversas: desde la actividad en Derechos Humanos (DDHH), el trabajo sindical en el puerto y la defensa de los derechos de la mujer hasta el trabajo en una gran empresa como gerenta de Recursos Humanos y Calidad. Actualmente, me dedico a mi profesión, soy Licenciada en Psicología. 

Elegí relatar dos aspectos muy disímiles de mi vida que, sin embargo, hice o hago con pasión. 

En los últimos años del gobierno de Alfonsín(1927-2009). Abogado, político dirigente de la Unión Cívica Radical (UCR). Primer Presidente Constitucional luego del golpe cívico militar de 1976-1983. Impulsor del Juicio a la Junta Militar. ingresé en la Administración General de Puertos, un ambiente con gran predominancia de hombres: tres mil en el país y menos de una decena de mujeres. Enseguida, comencé a participar sindicalmente de la mano de mi compañero, que era dirigente gremial. Se corrió la voz -por lo bajo- sobre mi encarcelamiento y se crearon algunos mitos sobre mí, tanto entre el personal como en los administradores. Fui objeto de sospechas, algunas fundadas: como el haber denunciado documentos secretos sobre los grandes negociados del Puerto Madero con la corporación privada, una gran estafa al Estado. 

El puerto era una empresa estatal nacional que dejaba buenas ganancias y ayudaba a sostener el tren Sarmiento. Por eso el afán privatista. Nuestros objetivos eran lograr la personería gremial, ya que con nuestra postura antiburocrática no podíamos con el poderoso Pedraza(1943-2018). Jose Ángel. Sindicalista peronista que ejerció un control burocrático de la Unión Ferroviaria desde 1985 hasta su detención, en 2012, por el asesinato del joven militante del Partido Obrero (PO) Mariano Ferreyra. de la Unión FerroviariaFundada en 1922. Sindicato principal que nuclea a los trabajadores ferroviarios. Integra la Confederación General del Trabajo (CGT).. Llevamos adelante luchas históricas en contra de las privatizaciones, hasta paralizar los puertos del país por cuarenta y ocho días. Esto le costaría el trabajo a muchos compañeros y una advertencia en mi caso. El hecho de que yo participara de las asambleas que se realizaban en los depósitos del puerto generaba una situación nueva: era la única en un ambiente muy machista. Algunos compañeros no sabían cómo manejarse ante una mujer, cuidaban sus palabras o se disculpaban antes de decir algún insulto. 

Llegué a ser Secretaria de la Mujer y la Familia en nuestro gremio. Además de las luchas contra las privatizaciones y por las condiciones laborales, tenía el firme objetivo de aportar un cambio en la mirada machista sobre el régimen de licencias que figuraba en el convenio colectivo de trabajo. Empecé a investigar las leyes de otros países más avanzados en la temática -como Suecia- y también las experiencias de otros sindicatos. Logré redactar un proyecto que contemplaba al hombre como compañero y responsable al igual que la mujer en las tareas de crianza de los hijos y demás beneficios y deberes. Trabajamos con las compañeras impulsando la planificación familiar, el uso de anticonceptivos, el alcoholismo en los hombres que traía, además, violencia en el hogar. Participé en los primeros Encuentros Nacionales de MujeresEncuentro feminista que se realiza anualmente en Argentina desde 1986.. Por entonces, conducía un programa radial del gremio en Lanús y nos preparábamos como sindicato para la actualización del convenio colectivo de la actividad. 

Pero el gobierno de Menem venía con intenciones opuestas. En lugar de ampliar derechos venía a quitarlos, echando por tierra tantos conquistados a lo largo de luchas históricas. En ese marco, en diciembre de 1989, se realizó una Convención Nacional de Sindicalistas Mujeres en el teatro San Martín. Fuimos convocadas por el Ministerio de Trabajo para explicarnos y convencernos sobre el proyecto de Reforma Laboral en marcha. La sala estaba llena y las posiciones se olfateaban muy encontradas. No podíamos menos que oponernos a este quite de derechos e inauguración de una mayor precarización del empleo. Algunas, más próximas a la burocracia, empezaban a soñar con acomodarse en el gobierno menemista.

Se suponía que luego de la disertación de las responsables, el resto solo podríamos hacer preguntas antes de ir a trabajar en talleres. Pero me hice oír. Un grupo me alentó a pararme al frente para ser la voz de la oposición a esas medidas y de sus argumentos mentirosos. Cuestioné la falacia de que crecería el empleo y vaticiné que, por el contrario, de esa manera habría mayor desempleo y pobreza. Denuncié que en ese momento mis compañeros del sindicato estaban en huelga de hambre para que los reincorporaran. “¿Adónde irán a trabajar los desocupados de las empresas estatales y públicas?”, pregunté. Ese día se concretó la división de las mujeres de la Confederación General del Trabajo (CGTConfederación General del Trabajo fundada en 1930.), que habíamos permanecido unidas cuando ya los hombres no. Avanzó la privatización y el cambio de rumbo para mí. Conseguí que la empresa pagara la capacitación en Informática del personal que deseara avanzar o cambiar de trabajo. Fue mi caso: con la privatización me fui de la empresa.

Los tiempos habían cambiado por el año 1997. Trabajando en una empresa, separada y viviendo con mi hijo, tuve la posibilidad de empezar a viajar y concretar esos sueños largamente postergados. Estaba en Cuba cuando me crucé con buceadores y me interesé por esa actividad. Como había abierto mis alas, cada vez que soñaba con algo, aunque me resultara imposible, me decía: “¿Y por qué no?”. Ya en Buenos Aires, una noche, fui invitada a una pileta donde se enseñaba buceo e hice mi primera zambullida de la mano del instructor. No me resultó fácil animarme, apenas me defendía nadando y la pileta de cuatro metros de profundidad me daba mucho temor. Decidí hacer un primer curso, el que me cambió la vida, o al menos mis vacaciones. 

Fui buscando en los mares del mundo experiencias movilizadoras junto con personas desconocidas y en culturas exóticas que abrirían mi cabeza y me convocarían a nuevos desafíos. 

Etiquetas: ,